Imaginen ustedes un supuesto grupo musical subido a un escenario ante una fervorosa multitud. De repente, atruenan unos acordes metálicos, se encienden los focos y sus componentes aparecen ataviados con una agresiva estética neonazi. Sobre ellos ondea una enorme bandera roja con la esvástica en un círculo blanco y, a los lados, algunos seguidores queman banderas republicanas e imágenes de varios políticos de izquierdas.
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Un tipo estudiadamente desaliñado, con voz afectada y mirada extática, dice ante un concurrido auditorio: “Nos duele hacer política, porque no vamos a convertirnos en unos cínicos y lo pasaremos mal, y sufriremos, y tendremos que aguantar muchas mentiras. Pero os aseguro una cosa: cuando no se te olvida de dónde vienes, cuando estás orgulloso de haber crecido en un barrio, cuando estas orgulloso de mirar a los ojos a la gente de tu piso que ven que sigues viviendo en el mismo sitio, cuando saludas a tu panadero, al que te vende el periódico…”.
Tras conocer recientemente que un jovenzuelo llamado El Rubius, que vive de su ingenio publicando vídeos y producciones propias en YouTube, se ha marchado a residir a Andorra por motivos fiscales, me gustaría compartir con ustedes algunas reflexiones. No les propongo un debate sobre la polémica tributaria en sí, respecto de la cual ya está casi todo dicho y escrito, sino sobre ciertos lícitos interrogantes que subyacen tras la actitud de algunos jóvenes creadores -muchos de los cuales se autoproclamaban “de izquierdas” (el propio Rubius se declaró votante en su día de Manuela Carmena)- que de repente parecen mostrar una actitud tan “insolidaria” e incoherente con sus ideas políticas originarias. Porque ya son numerosos los youtubers que se han marchado a vivir fuera de España en los últimos años. Precisamente los más seguidos y los que más ingresos generaban. Como sucede también con otras profesiones: músicos, artistas o deportistas profesionales.
La sociedad que hemos conocido los actuales cincuentones, y ya no digo nada de las generaciones anteriores, se está esfumando a pasos agigantados. Los principios que aprendimos en su día en la escuela ya no valen para nada. Hoy te paseas por la vida defendiendo el mérito, el esfuerzo, el respeto, la educación, la discreción y la austeridad y pareces Gurb en la genial novela de Eduardo Mendoza: un extraterrestre aterrizado en Barcelona. Sin Noticias de Gurb. Y sin noticias de todo aquello.
Joseph Robinette Biden Jr, más conocido como Joe Biden, ha tomado posesión el 20 de enero de 2021, en las escalinatas del Capitolio de Washington D.C., como el 46º Presidente de los Estados Unidos de América. A pesar de ser el candidato electo del Partido Demócrata, y el principal rival del Republicano Donald Trump, su discurso y la actuación musical de las cantantes Jennifer López y Lady Gaga han realizado reiteradas apelaciones al “sueño americano”, a la “ayuda de Dios”, a la “defensa de la Constitución y de la unidad”, a que “somos una nación indivisible” y a que la aspiración de su Presidencia será mantener “una nación bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos”. Para rematar diciendo el nuevo mandatario que “ninguna nación puede avanzar en el caos; la unidad es el camino hacia adelante” y que “tenemos que acabar esta guerra entre rojos y azules, entre lo rural y lo urbano, entre lo conservador y lo liberal”.
El economista francés Frédéric Bastiat, nacido en Bayona en 1801, fue un insuperable defensor de la propiedad privada, el mercado libre y el Gobierno limitado. Su doctrina descansa en el principio de que, lejos de organizar sistemas públicos que legalizaran el “pillaje” por parte del Estado en todo lo que fuere propiedad privada, la principal preocupación de la sociedad debe ser defender su libertad, donde radica su verdadera fuente de riqueza. Una de las ingeniosas frases que escribió en sus debates contra las incipientes ideas marxistas -luego fracasadas en la mayor parte del mundo- fue la siguiente: …”Es como si los socialistas nos acusasen de no querer que la gente comiese, simplemente porque no queremos que el Estado se dedique a la producción de cereales”. Su insuperable ironía, su enorme cultura, y sus habilidades didácticas y dialécticas le han llevado a ser considerado como uno de los más grandes economistas liberales de la historia.
Village People (Gente del Pueblo) fue un grupo de música norteamericano, que apareció en 1977, caracterizado por sus canciones pegadizas (muchos recordarán su éxito “YMCA”) y por aparecer disfrazados en el escenario. Quién nos iba a decir que, recién comenzado el 2021, todos podríamos ver una sorpresiva réentrée del mítico grupo pop de los 80 en el Capitolio de Washington, la sede de la soberanía popular en la democracia más antigua del mundo. El periodista Carlos Herrera ha recordado estos días en COPE a este grupo tan popular como ejemplo jocoso de los acontecimientos retransmitidos desde Norteamérica al mundo entero.
En su discurso de despedida tras ocho años como Presidente de los Estados Unidos de América, retransmitido desde el Despacho Oval de la Casa Blanca el 11 de enero de 1989, Ronald Reagan dijo, entre otras muchas cosas, lo siguiente:
Usted piensa que lleva años votando a la izquierda o a la derecha de toda la vida ¿verdad? Pues no es cierto. Aunque ante sus narices sigan agitando las viejas banderas -como barras bravas de los equipos de fútbol- la izquierda y la derecha clásicas ya no existen. No será consciente de ello, pero hoy está apoyando con su voto ideas muy diferentes a aquellas en las que siempre creyó. Lo piense o no, le han pegado un gran cambiazo.
La Navidad es una época especial. Aún en un año tan canalla como éste. Especialmente, para quienes tenemos una formación cristiana que impregna desde su base toda la cultura occidental. Los deseos de reunirnos con la familia, abrazar a los seres queridos, compartir celebraciones, cenas y comidas con los rituales y productos típicos de la época, ver las calles y tiendas iluminadas, y felicitar a nuestra gente más apreciada no se han volatilizado. Ni se los ha cargado el bicho, ni las desconcertantes e improvisadas medidas que adoptan continuamente nuestros gobernantes. Otra cosa será que debamos disfrutar de todo ello con responsabilidad, respetando las normas y lamentando las ausencias. Algunas por una mera cuestión geográfica, y otras porque tristemente ya no volverán.