Un tipo estudiadamente desaliñado, con voz afectada y mirada extática, dice ante un concurrido auditorio: “Nos duele hacer política, porque no vamos a convertirnos en unos cínicos y lo pasaremos mal, y sufriremos, y tendremos que aguantar muchas mentiras. Pero os aseguro una cosa: cuando no se te olvida de dónde vienes, cuando estás orgulloso de haber crecido en un barrio, cuando estas orgulloso de mirar a los ojos a la gente de tu piso que ven que sigues viviendo en el mismo sitio, cuando saludas a tu panadero, al que te vende el periódico…”.

Ese sensiblero discurso fue pronunciado en 2015 por Pablo Iglesias en Oviedo, tal como ha recordado recientemente Santiago González. Eran tiempos del 15-M, de la pandilla de la Complu, del asalto a los cielos, de la invasión de las instituciones por parte de la “gente” y de la campaña contra la “casta”, esa misma a la que iban a incorporarse cagando leches en pocos años. Tras engañar a millones de incautos, vinieron seguidamente el Parlamento Europeo, la pasta de Maduro y los iraníes, el casoplón de Galapagar, los cientos de miles de euros no declarados, los asistentes personales sin Seguridad Social, la Vicepresidencia del Gobierno, el Ministerio de Igualdad creado para la churri, los doce coches de seguridad custodiando la mansión y muchos desafueros más. De lo dicho en Oviedo hace seis años ya no queda piedra sobre piedra. Con esas piedras ha edificado su cortijo.

Tras defenestrar a muchos iniciales compañeros de viaje, tal vez más idealistas o menos inmunes a la desvergüenza, Podemos se ha convertido hoy en el Cortijo del Moños. Un partido a la imagen y semejanza de su líder Pablo Iglesias, donde nadie le tose ni le lleva la contraria. Y, en el colmo de su feminismo militante, a las concubinas a quienes les caduca el favor del Líder Supremo las coloca en el Congreso detrás de una columna (Tania Sánchez) o les retiene varios meses el móvil devolviéndoles la tarjeta debidamente chamuscada en el microondas (Dina Bousselham). Aunque a ésta última le haya tenido que montar un diario digital subsidiado para que no se vaya de la lengua, porque los Tribunales españoles aún no han llegado al punto definitivo de cocción que a él le gustaría. En definitiva, por donde no pace el Macho Alfa no crece la hierba. Por eso yo de Irene Montero me iría tentando la ropa. No sea que el jefe se encapriche de otra, y tenga que volver algún día a la tarea apasionante de vender electrodomésticos en Saturn.

Los diarios El Confidencial y Vozpópuli, independientes y ajenos al chorro oficial, han publicado noticias alarmantes -luego reproducidas por bastantes otros medios no colonizados por el Gobierno- que proceden no de la oposición política, sino del mismo sanedrín de Podemos. Dados los variados procedimientos judiciales que afectan al líder de la formación, y las escabechinas realizadas entre empleados y militantes que no han acatado su terrible ley del silencio, estamos conociendo interesantes interioridades del partido. Según relatan algunos medios, parece que el matrimonio Iglesias-Montero se ha aficionado a sufragar sus crecientes necesidades domésticas (tienen ya chaletazo, casa de veraneo y tres hijos) con cargo a las sufridas arcas públicas.

Resulta que la abogada de Podemos Mónica Carmona remitió al Juez que investiga el llamado “caso Neurona” un informe en el que denunciaba que el famoso matrimonio -pareja con tres hijos pequeños en común- utiliza a una asesora del Ministerio de Igualdad, llamada María Teresa Arévalo Caraballo, como niñera de su hija pequeña desde que nació, en agosto de 2019. Para justificar su presencia habitual en su domicilio, cuenta el informe de la abogada que la colocaron como asesora del grupo parlamentario, y que luego Irene Montero -ya en el Gobierno de la nación- la nombró Jefa de Gabinete adjunta de su Ministerio de Igualdad. Pablo Iglesias la incorporó también al Consejo Ciudadano Estatal de Podemos, máximo órgano nacional de dirección del partido. Y añade Mónica Carmona que todo ello es sobradamente conocido en el entorno de la cúpula de los morados. Como dijo Jorge Bustos, “tenemos una nani de Estado”.

Repasando los datos que aparecen en la web transparencia.podemos.info, cualquiera de ustedes puede comprobar el apabullante currículum de María Teresa Arévalo Caraballo, primero asesora parlamentaria en el Congreso de los Diputados, y hoy Jefa de Gabinete adjunta de toda una Ministra del Gobierno de España: 34 años, bachillerato en su pueblo natal, activismo desde joven y algunas clases de Ciencias Políticas en la Complutense. ¿Dónde si no? Y no hay más. Vean como cualquiera de ustedes está aún a tiempo de hacer una brillante carrera política, y de llevarse 51.946 euros anuales. Sólo es cuestión de arrimarse. Al Macho Alfa de Podemos, por ejemplo.

Ya en 2019 habían trascendido informaciones similares, al denunciar algunos miembros de Podemos que el matrimonio dirigente utilizaba a empleados de la formación para tareas diferentes a aquellas para las que habían sido contratados. Concretamente, Vozpópuli publicó que una ex escolta de la pareja había denunciado al partido por despido improcedente, afirmando haber realizado -por orden de sus jefes- tareas de chófer privada, de encargada de la compra y de recadera particular. Viendo cómo gestiona el partido, nada extraña que Iglesias considere que en España “no hay plena normalidad democrática”. Porque lo que le gustaría es manejarla exactamente igual.

La corrupción y la caradura no son novedad en el mundo de la política. Por desgracia, no las han inventado estos charlatanes de Podemos. Su problema es la desvergüenza de tener los santos melones para inflamar a la gente contra la “casta” e imitar sus peores defectos en tiempo de récord Guinness. El escritor ruso Fiódor Dostoyevski escribió que “la mejor manera de evitar que un prisionero escape es asegurarse de que nunca sepa que está en prisión”. Simpatizantes de Podemos, analicen estos hechos y fúguense ya de la celda mental que les retiene en el Cortijo del Moños. Comprendo sus iniciales buenas intenciones, pero todo era mentira.

Por Álvaro Delgado Truyols