Tras conocer recientemente que un jovenzuelo llamado El Rubius, que vive de su ingenio publicando vídeos y producciones propias en YouTube, se ha marchado a residir a Andorra por motivos fiscales, me gustaría compartir con ustedes algunas reflexiones. No les propongo un debate sobre la polémica tributaria en sí, respecto de la cual ya está casi todo dicho y escrito, sino sobre ciertos lícitos interrogantes que subyacen tras la actitud de algunos jóvenes creadores -muchos de los cuales se autoproclamaban “de izquierdas” (el propio Rubius se declaró votante en su día de Manuela Carmena)- que de repente parecen mostrar una actitud tan “insolidaria” e incoherente con sus ideas políticas originarias. Porque ya son numerosos los youtubers que se han marchado a vivir fuera de España en los últimos años. Precisamente los más seguidos y los que más ingresos generaban. Como sucede también con otras profesiones: músicos, artistas o deportistas profesionales.

Por si les interesa el tema concreto, un documentado y clarísimo análisis de la cuestión lo ha realizado el notario de Madrid Fernando Gomá en el blog hayderecho.com (https://hayderecho.expansion.com/2021/01/23/el-rubius-andorra-y-la-diferencia-entre-lo-legal-y-lo-ejemplar). En resumen, como bien dice mi colega y amigo, no se trata de una cuestión de legalidad (irse a vivir a otro país, cuando uno cumple los tiempos mínimos de residencia y vive de sus creaciones personales es perfectamente legal) sino de ejemplaridad. Porque pagar impuestos no debe considerarse simplemente un “regalo” que uno le hace al Estado, sino un deber ciudadano y un ejercicio de responsabilidad social. En esto creo que la mayoría podremos estar básicamente de acuerdo.

Pero el tema presenta algunas cuestiones interesantes para reflexionar sobre ellas “a posteriori”. Porque, en el muy acalorado y pasional debate generado en torno a El Rubius, la mayoría de gente parece no haberlas tenido en cuenta. Y yo se las voy a plantear en forma de interrogantes algo más generales.

¿Puede una persona fijar libremente su lugar de residencia? Indiscutiblemente sí. Así lo reconoce expresamente el artículo 19 de nuestra Constitución. En este sentido, poco más hay que comentar. Lo que han hecho El Rubius y sus colegas es legal. No son evasores de impuestos, porque los pagan en su nuevo lugar de residencia, que es donde trabajan realmente.

¿Es lícito plantearse si el Estado gestiona bien nuestros impuestos? Por supuesto que sí. Ciertamente, como explicaba con su claridad habitual Fernando Gomá en el blog antes citado, el gasto principal del Estado español se destina a financiar pensiones, deuda pública y prestaciones por desempleo. Y el coste de nuestra estructura administrativa no es demasiado desproporcionado en relación con otros países de nuestro entorno. Lo que sí podemos poner en cuestión son tres cosas: una, la ratio coste/eficacia de ese gasto administrativo (nuestra Administración es ineficiente y lenta en comparación con las de los países anglosajones o los escandinavos); otra, la desmesura de nuestra estructura pública autonómica e insular, con duplicidades y triplicidades administrativas absolutamente superfluas; y la tercera, el hábito de nuestros políticos de subvencionar amplias estructuras clientelares sin justificación para un mejor servicio de los ciudadanos, aspectos en los que sí estamos bastante peor que los países que nos rodean. Por ello pagamos tanto anualmente devolviendo nuestra deuda pública, y por ello la gente no tiene la sensación de que la Administración que financia con sus impuestos esté realmente a su servicio.

¿Es lícito plantearse la justicia de nuestro sistema tributario? En Derecho todo puede ser objeto de debate. Muchos tenemos la impresión de que nuestro sistema impositivo está obsoleto, habiendo sido concebido para sacar el jugo a los contribuyentes registrados por Hacienda y no para comprometer a los ciudadanos con la causa tributaria, mostrándose –además- ineficiente para atraer a los nuevos empleos tecnológicos o digitales, que uno puede ejercer desde cualquier ubicación. También está el tema de la irregularidad de ciertas rentas. ¿Qué sucedería si la profesión de youtuber dejase de estar de moda dentro de escasos años; o si en poco tiempo ya nadie pagase millones por ella; o si su público se cansase pronto de las cosas que publica El Rubius? ¿Sería justo que este chaval pagase ahora la mitad de lo ganado si nunca más fuera a ganar cantidades similares?

¿Por qué estas decisiones las toma gente que paga el tipo impositivo máximo? Aunque El Rubius llevaba diez años tributando en España, cuando le pagas al Estado la mitad de lo que ganas uno empieza a plantearse diferentes alternativas y a examinar con más preocupación algunas situaciones. Ello constituye una reacción humana fácilmente comprensible. Porque cuando hablamos de ejemplaridad pública, que también se nos exige a todos los contribuyentes como ciudadanos responsables, convendrán conmigo que no es lo mismo que el dinero público lo gestione Angela Merkel a que lo hagan Manuel Chaves, Carles Puigdemont o Luis Bárcenas.

¿Por qué la solidaridad se ve siempre más clara cuando la deben ejercer los demás que cuando te toca a ti mismo? Es otra reacción esencialmente humana, que se muestra incluso agravada en los países latinos, donde mucha gente se apunta habitualmente a recibir cuando muy pocos están dispuestos a contribuir. Pablo Molina escribió recientemente que “uno deja de ser socialista cuando empieza a pagar muchos impuestos”.

Es cierto que en España tenemos personas ejemplares. Por ejemplo, en el mundo del deporte, nuestro modélico Rafa Nadal. Un hombre que podría haber fijado su residencia en cualquier parte del mundo pero siempre optó por dejar los millones de sus impuestos en su tierra natal. Tras contemplar el reciente rasgado de vestiduras de la exquisita progresía hispana, ejemplificado en las duras críticas a El Rubius de Pablo Iglesias y los insultos de López Iturriaga, yo les pregunto ya para terminar: ¿Cuántos falsos “solidarios” despellejan al youtuber mientras piden al mecánico que no les cobre el IVA en el arreglo de su coche? ¿Cuántos se quedarían en España pagando el 47% si pudieran marcharse mañana a Andorra a pagar el 10%, haciendo no muy lejos de casa exactamente el mismo trabajo? Menos lobos, Caperucitas. Que ya nos conocemos.

Por Álvaro Delgado Truyols