Mi columna de la pasada semana, referida a la ejemplar reconciliación producida en Chile entre todos los representantes políticos tras el fallecimiento en trágico accidente del ex presidente Sebastián Piñera, dio lugar a interesantes reflexiones de algunos de mis lectores a través de las redes sociales. Varios comentaristas se preguntaban en qué somos tan diferentes los españoles a los habitantes de un país con el que presentamos muchos vínculos históricos, lingüísticos, culturales e incluso políticos (ambos vivimos en el siglo XX una dictadura militar).
Autor: Álvaro Delgado Truyols Página 1 de 28
El centroderechista Sebastián Piñera, dos veces presidente de Chile (2010-2014 y 2018-2022), falleció el pasado 6 de febrero al estrellarse -debido al mal tiempo- el helicóptero que él mismo pilotaba cerca de su casa en el Lago Ranco, situado al sur de su país. Los otros tres pasajeros de la aeronave, entre ellos una hermana del político, salvaron la vida lanzándose al lago mientras el piloto se hundió dentro de la cabina tratando de alejar las hélices del alcance de sus acompañantes.
Dos percepciones sensoriales resumen de forma precisa los mejores ratos de ocio de mi vida ya veterana: el olor a hierba cortada bajo unas botas de tacos y el calor de un pantalán portuario en las plantas de mis pies descalzos. El fútbol y el mar, cada uno en diferentes momentos y con variados partícipes y acompañantes, constituyen parte esencial de mi memoria vital.
Las vacaciones suelen proporcionarnos una visión más lenta de nuestra propia realidad cotidiana. Son como contemplar desde la quietud de un palco el acelerado mundo que nos rodea, o como bajarnos del tren que nos transporta a toda velocidad viendo cómo se aleja desde el andén.
Tras superar exitosamente quince años de calvario y una decena de causas judiciales, habiendo sufrido 169 portadas de “El País” -ese antiguo diario independiente de la mañana, hoy diario dependiente del cantamañanas- que pretendían liquidar su carrera política y su reputación personal, Francisco Camps, ex presidente de la Generalitat valenciana, a quien se acusaba de haber pagado con dinero público cuatro trajes de Milano, organizó una cena en el puerto de Valencia -que reunió a más de 600 personas- a la que no quiso acudir ni un solo dirigente del Partido Popular ni ningún alto cargo de la Generalitat.
Los comunistas acceden a veces a los gobiernos mediante las urnas, pero jamás los abandonan a causa de ellas. Así permanecieron 70 años en el poder en la URSS, y llevan 70 en Cuba, 50 en Corea del Norte o 25 en Venezuela. Ya lo explicó, con claridad meridiana, el líder del PSOE durante nuestra Segunda República Francisco Largo Caballero, afín a la revolución bolchevique, cuando dijo en la primavera de 1936: “La clase obrera debe adueñarse del poder político por cualquier medio, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y no ha de entregarlo voluntariamente…”.
La impactante película “Trece días”, protagonizada por Kevin Costner en el papel del jefe de gabinete de John Fitzgerald Kennedy durante la crisis de los misiles con Cuba en octubre de 1962, muestra la estresante tensión en la que vive cualquier Presidente de los Estados Unidos de América, en especial en momentos críticos como los que entonces amenazaron al país con desatar una guerra mundial, similares a los que ahora podemos estar viviendo en Ucrania o en Gaza con destacada participación bélica de recursos y armas europeas y norteamericanas.
Uno de los hechos más graves que he podido contemplar en más de treinta años de ejercicio jurídico es la colonización del Tribunal Constitucional para ser utilizado a la conveniencia particular de un gobernante autoritario y acosado familiarmente por temas de corrupción. La clave de bóveda de nuestro sistema político ha sido prostituida por el proxeneta Pedro Sánchez con el apoyo pasivo de la mitad de los españoles y la indecente colaboración de siete meretrices jurídicas presididas por la madame Cándido Conde-Pumpido, la mayoría de las cuales ocupó anteriormente altos cargos en gobiernos del PSOE. Aquí tienen ustedes los nombres para que integren el mausoleo nacional de la infamia: Inmaculada Montalbán (ex presidenta del Observatorio de Violencia de Género, y a la que Griñán concedió en 2012 la Medalla de Andalucía), María Luisa Balaguer (que también ocupó diversos cargos en la Junta de Andalucía de Chaves y Griñán), María Luisa Segoviano, Ramón Sáez (cercano a Podemos), Juan Carlos Campo (ex ministro de Justicia), Laura Díez (ex directora general en Moncloa).
En un acertado artículo, titulado “Fútbol y filigranas intelectuales”, explicaba Laura Miró como el intelectualismo, desde su permanente superioridad moral, siempre ha despreciado ese deporte en el que “veintidós jugadores corren en paños menores detrás de una pelota”. Y añadía que ese desprecio se había transformado, durante la reciente Eurocopa de Alemania, en una alarmante politización, con la intervención incesante de personajes -tanto políticos como comunicadores- que han tratado de arrimar actuaciones de equipos o declaraciones de jugadores a sus intereses particulares del momento.
Nuestro heterogéneo gobierno progresista es experto en construir “relatos” pero no tiene ni idea de legislar. Ya dijo Cicerón que “las leyes no son establecidas por el ingenio de los hombres ni por el mandato de los pueblos, sino que deben ser algo eterno que rija el universo con la sabiduría del imperar y el prohibir”. La acreditada torpeza jurídica de los esbirros de Sánchez, gente que confunde al ilustre Cicerón con cualquier fichaje veraniego del Getafe, les permite exhibir un variopinto mandato del pueblo pero un nulo ingenio de los hombres, mostrándose incapaces de construir algo duradero con la mínima sabiduría legislativa.