El profesor Ramón Tamames conserva -a sus 89 años- un ego tan poderoso que decidió impartir una conferencia en el mayor salón de actos que le fuera posible. Tras una pintoresca trayectoria política y una exitosa carrera académica, con el estímulo cómplice de Santiago Abascal y Fernando Sánchez Dragó, eligió para su última lección magistral el hemiciclo del Congreso de los Diputados, un martes en hora punta y con todos pendientes de la televisión. Un olé por el veterano catedrático y sus casi nonagenarios bemoles, de tamaño equivalente a su legendaria y cultivadísima autoestima.

Nuestra Constitución regula, en su artículo 113, la llamada “moción de censura” como una forma especial de que el Congreso de los Diputados demande responsabilidades políticas al Gobierno de la nación. Pero exige que sea “constructiva” e incorpore un candidato a Presidente del Gobierno, implicando -de ser aprobada- la dimisión forzosa del Gabinete y la inmediata investidura del candidato presentado. El objetivo de la moción de censura, tal como está regulada en España, no es sólo censurar públicamente al Gobierno, sino destituirlo y nombrar a un nuevo Presidente sin pasar por un proceso electoral. Que es, exactamente, lo que hizo Pedro Sánchez -en junio de 2018- con Mariano Rajoy. Por eso, hablando con precisión jurídica, debería denominarse “moción de destitución” o “moción de sustitución”, en lugar de “moción de censura”.

Atendiendo al desarrollo reciente de los acontecimientos, y prescindiendo ahora de consideraciones de estrategia política, existen evidentes razones para justificar una censura al actual Gobierno: no respeta el Estado de Derecho ni la separación de poderes, coloniza todas las instituciones públicas, aprueba Leyes que benefician a violadores, sediciosos y malversadores, manipula la memoria histórica para resucitar las dos Españas, se ha entregado a Marruecos sin explicarlo, margina el castellano en Cataluña, dispara exageradamente el gasto público, y se apoya en quienes quieren destruir la unidad nacional. Pero, sentado lo anterior, y empleando el mínimo rigor jurídico exigible, resulta también evidente que la moción de censura presentada por Vox se fundamenta en razones espurias sin respetar su verdadera finalidad constitucional.

Conocida de antemano la imposibilidad aritmética de producir un cambio de Gobierno, está claro que Santiago Abascal ha utilizado la moción como instrumento de propaganda, diferenciación respecto del PP e impulso ante su estancamiento demoscópico; Pedro Sánchez como insospechado punto de inflexión para tratar de dar un vuelco a su incierto panorama político; y Yolanda Díaz como promoción gratuita de su nueva y etérea plataforma Sumar. Aquí el respeto a la figura constitucional ha importado un pimiento a sus tres principales protagonistas parlamentarios. Por ello, si criticamos habitualmente en unos la enorme viga de su recurrente desprecio a nuestras instituciones democráticas, hoy debemos ver la paja en el ojo de todos. El único que ha exhibido respeto ha sido Alberto Núñez Feijóo, absteniéndose de participar en el vodevil. Porque la moción, en buena parte, iba también contra él.

Aclarado todo lo anterior, conviene pasar a comentar el espectáculo que semejantes protagonistas estelares nos han regalado estos días, del que podemos destacar algunas cosas interesantes. La primera, que el veterano economista le soltó ordenadamente a Sánchez una buena ristra de verdades, claras, contundentes y al mentón, en un amigable tono académico, dibujando un relato muy fiel del catastrófico mandato del Presidente. Es cierto que Tamames se ama con pasión, pero es imposible discutir que, en argumentos, ironía y educación, disertó a años luz de sus plúmbeos oponentes. La segunda, que el narcisista que nos gobierna, cuyo ego y el del candidato apenas dejaban espacio físico para la presencia de terceras personas en el hemiciclo, acudió al Congreso a largar un mitin preelectoral que nada tenía que ver con lo que le habían retratado desde la tribuna. Y así se lo afeó Don Ramón, espetándole: “usted ha venido aquí a leer un tocho de 20 folios que traía preparado”. Y la tercera, que Sánchez, por puro interés electoral, cedió a Yolanda Díaz un espacio publicitario inesperado para que presentara su proyecto político en las mismísimas narices de Podemos. A ver si decantaba la pelea de gallos -o de gallinas- que se avecina con las agresivas cheerleaders de Iglesias.

En definitiva, sus protagonistas forzaron la Constitución para abrir las hostilidades de la cercana contienda electoral. Con lo caras que están las cosas, el primer acto de campaña les ha salido gratis. Y aun nos esperan bastantes shows más. La peculiaridad del primero de ellos, que fue como una gran mascletá de apertura, es que la diana de todos los petardos no estaba en la Carrera de San Jerónimo. Estaba en la embajada de Suecia haciéndose el sueco.

 

P.D.: De haber podido triunfar aritméticamente la moción de censura, ¿hubiera aceptado Vox que Tamames fuera el nuevo Presidente del Gobierno? Ahí radica la diferencia entre política y espectáculo.

PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN MALLORCADIARIO.COM EL 27 DE MARZO DE 2023.

Por Álvaro Delgado Truyols