El notario Álvaro Delgado (Palma, 1963) publicó hace unos meses el libro «Crónicas incorrectas», que recoge una selección de artículos suyos aparecidos en la prensa isleña en estos últimos años. Licenciado en Derecho, diplomado en Empresariales y notario, Delgado es una persona afable en el trato, con un muy fino sentido del humor y con numerosas inquietudes, que van desde su pasión por el fútbol o el arte hasta su interés por la gastronomía o el rock clásico. Recientemente, en consonancia con su implicación en la tierra que le vio nacer, fue uno de los impulsores de Sociedad Civil Balear.
Para evitar que se enfade, como Francisco Umbral con Mercedes Milá hace años, por favor, hábleme de su libro…
De acuerdo, ja, ja, ja. Con anterioridad a la publicación de «Crónicas incorrectas», había escrito ya numerosos artículos técnicos sobre mi especialidad, en revistas jurídicas y en el blog «¿Hay Derecho?», en el que llevo diez años colaborando. En un momento determinado, me ofrecieron escribir sobre temas de actualidad también en prensa y el primero que me dio la oportunidad fue Tomàs Bordoy en «El Mundo». En cierta forma fue un poco un vuelco, pero el hábito de escribir ya lo tenía.
¿Cuál era su propósito al escribir estos artículos en la prensa generalista?
Creo que hoy en día hace falta contrarrestar un montón de mensajes poco razonables que se dan continuamente a la gente, especialmente a la gente joven, por ejemplo a través de las redes sociales o de la televisión. Con estos artículos quería ofrecer un mensaje de defensa del respeto a las normas y del sentido común, a través de argumentos bien construidos y elaborados, para que sobre todo la gente joven y los profanos en la materia pudieran leer algunas opiniones con fundamento sobre temas importantes.
¿Hay algún nexo de unión entre los distintos textos que conforman el libro?
Los artículos tratan sobre muchas cosas distintas, pero tienen un mismo hilo conductor, que es la defensa del estado liberal moderno y sobre todo del imperio de la ley. Creo que hay que transmitir a la gente la idea de que respetar los códigos, las normas, la Constitución, no es una cosa de otra época, para carcas, antigua, pasada de moda. Esos códigos y esas normas nos garantizan poder vivir en una democracia y tener libertades. Precisamente, donde no hay libertades, no hay esas normas. Las normas no nos constriñen, nos permiten ser libres. Las leyes y el estado de derecho nos protegen a todos.
Es una idea interesante…
Por desgracia, esa es una idea que no está hoy muy difundida, sobre todo entre la gente joven, que piensa lo contrario. La gente cree que la ley nos limita, pero a quien limita es a los poderosos, a los que ejercen el poder. Si no existiera la ley, los gobernantes no tendrían límites y podrían hacer con nosotros lo que quisieran. Esto es lo que la gente tiene que entender, que la ley limita los abusos del poder.
¿Las normas son siempre justas?
No, no siempre lo son. En algunos de mis artículos aparece una cierta crítica en ese sentido, porque a veces las normas no tienen la calidad que precisarían y están hechas de una forma poco reflexiva, para sacar un titular o para quedar bien con determinada gente. Por tanto, las normas también hay que criticarlas cuando no están bien hechas. Pero eso no significa que el sistema no funcione, como dicen algunos, sino que el instrumento está a veces mal hecho, pero el sistema funciona.
¿Cuáles son los principales objetivos de Sociedad Civil Balear?
En primer lugar, destacaría que defendemos el seny y la tradición insular frente al imperialismo catalanista y a la invasión del catalanismo oficial. Mire, nosotros no negamos que compartimos una serie de lazos históricos y culturales con Cataluña, pero no tenemos por qué aceptar una sumisión absoluta a todo lo que venga de Cataluña ni a su forma de ver las cosas. Me da la impresión de que algunos nos quieren importar su fractura social y nosotros hemos reaccionado frente a eso.
¿Qué proponen a nivel lingüístico?
Defendemos las modalidades lingüísticas insulares. El idioma de nuestros abuelos no es inferior ni menos culto que el catalán estándar de Barcelona. Nuestra cultura es tan antigua como la catalana. Además, históricamente el pueblo balear se ha caracterizado por ser un pueblo de acogida, pacífico, bilingüe, con una convivencia natural entre el mallorquín y el castellano, que hoy abarca ya otros idiomas gracias a quienes nos visitan. Por eso no entendemos el interés de algunos partidos en erradicar el castellano de la Administración, en imponer a la gente una cosa que espontáneamente no asume. Si nuestra sociedad es bilingüe, ¿por qué nuestras instituciones no pueden serlo?
¿Y qué defienden a nivel político?
Defendemos el actual régimen constitucional, que parece que para algunos partidos es un estorbo para conseguir sus objetivos políticos. Consideramos que la Constitución nos ha proporcionado una etapa de prosperidad importante. Sociedad Civil Balear quiere ser un movimiento transversal, sin una especial ideología política, que acoja a todas aquellas personas que defiendan el respeto a la Constitución, el estado de las autonomías, la libertad lingüística y el respeto a nuestra cultura. El éxito de movimientos como el nuestro no radica en captar a gente monolítica, de un solo partido o una sola idea, sino en representar a la sociedad civil, que es lo que le falta un poco a la sociedad española.
¿Cree que la sociedad civil está hoy poco representada en nuestro país?
Sí, así es. En España hay hoy una hiperrepresentación política y una infrarrepresentación de la sociedad civil, y lo que queremos es contrarrestar esa diferencia. En otros países, la sociedad civil tiene un papel muy relevante, incluso en las decisiones nacionales. Por otro lado, creo que hay muchísima gente que, sobre todo en los últimos años, no se siente bien representada por los partidos tradicionales. En las recientes elecciones generales y autonómicas, muchas personas me decían que no sabían a quién votar. En ese sentido, creo que es necesario que esas personas tengan un foro donde poder expresarse y participar en decisiones importantes que nos afectan a todos.
¿Por qué hay hoy en Baleares tantas entidades cívicas, si en lo esencial coinciden casi todas?
Lo bueno es que hayan salido, más allá de que al final pueda haber confluencias y fusiones, porque uno de los problemas de nuestra Comunidad es que la gente es muy reservada para participar en los asuntos públicos, pronunciarse o defender sus ideas en público. Dicho esto, también consideramos que la tranquilidad de los isleños, su forma de ser, su carácter reservado, tiene cosas muy buenas. En Sociedad Civil Balear tenemos importantes lazos de colaboración con movimientos hermanos como Mos Movem, la Fundación Jaume III o Salvem Sa Feixina. Además, compartimos un sustrato común, que es la oposición a los abusos del poder y a lo que nos quieren imponer desde fuera.
¿Cómo valora el reciente giro de Sociedad Civil Catalana de tender puentes con el independentismo?
Creo que hay que ir un poco más allá de los titulares algo llamativos de estos días y centrarse en las declaraciones de su presidente, Fernando Sánchez Costa. La entidad que dirige ve que hay mucha gente que en los últimos cinco años se ha pasado al mundo independentista. En ese contexto, lo que intenta ahora es convencer a quienes cruzaron las líneas rojas del separatismo de que dentro del marco constitucional, autonómico, pueden seguir defendiendo sus ideas, su cultura, su lengua y el amor a su tierra. Sociedad Civil Catalana quiere recuperar a quienes hasta hace poco se veían reflejados en el catalanismo constitucional, integrador, lo cual me parece una postura inteligente.
Repasando su biografía, me ha llamado la atención que años atrás usted fue preparador de opositores…
Sí, así fue —sonríe—. Eran oposiciones a notarías. La verdad es que todo lo que tiene que ver con el notariado es poco conocido. La gente no sabe muy bien qué es un notario ni lo que hacemos. Antes de ser notario, mi padre me mandó a una academia en Madrid. Allí me acogieron de una manera impresionante y me prepararon sin cobrar durante los tres años y medio que estuve opositando. Me di cuenta entonces de que la preparación de una oposición como ésa es una cosa altruista, hecha por gente que vale la pena. Cuando terminé, me incorporé a esa academia. Quise un poco devolver lo que había recibido. Y estuve seis años preparando a opositores. Fue una experiencia muy buena.
¿Por qué no ha dado nunca el salto a la política, como sí hizo su hermano Carlos Delgado?
La política exige vocación y yo no la tengo. En cambio, tengo afición al derecho y por ejemplo también a escribir. Por otro lado, el sistema de partidos actualmente existente en España no me convence. Lo digo en el sentido de que soy una persona poco gregaria y de que me gusta hablar claro, contar lo que pienso. Creo que la gente ha de poder expresar sus ideas, independientemente de cuáles sean, porque si no, sólo se escucha un mensaje dominante, que es el que el poder quiere transmitir. Hace falta que en la sociedad haya muchos mensajes. Hay gente que tiene cosas muy interesantes que decir y no las dice, por reserva, por miedo, por el qué dirán o para que no les perjudique.
¿Qué debería cambiar en la política española?
La política en sí, tal como funciona hoy en España, es una picadora de carne. Primero, porque está poco prestigiada, y segundo, porque las personas que nos dedicamos a las profesiones liberales vemos que la política está muy mal retribuida, lo cual es un error. A la gente que tiene grandes responsabilidades públicas hay que pagarle bien. De esa forma puedes captar a profesionales competentes y evitar tentaciones de corrupción. Con el sistema que tenemos ahora sólo captamos, salvo honrosas excepciones, a personas que no tienen oficio ni beneficio. Al final creamos una casta política al margen del funcionamiento normal de la sociedad civil.
Antes de concluir la entrevista, una curiosidad. ¿De dónde nace su pasión por el fútbol?
He sido jugador de fútbol y todavía juego. Además, por circunstancias de la vida, he tenido mucha relación con el fútbol profesional, con jugadores y con entrenadores. Al mismo tiempo, me he dedicado también a escribir bastante sobre temas de derecho deportivo. Soy además muy amigo de Mateo Alemany, que fue presidente del Mallorca y ahora es director general del Valencia. Soy muy mallorquinista, todo el mundo lo sabe, y soy también colchonero. De hecho, soy socio del Mallorca y del Atlético de Madrid.
Vaya, socio de los dos. ¿Le gusta sufrir entonces?
Sí, ja, ja, ja. Como ve, a mí no me gustan las cosas fáciles —sonríe de nuevo—.
Por Álvaro Delgado Truyols
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