Cuando bastantes españoles introdujeron su voto en la urna de las pasadas elecciones generales -celebradas el 23 de julio de 2023- para votar a Pedro Sánchez o a alguno de sus socios de Gobierno decidieron muchas más cosas de las que pensaban. Creyendo que elegían, simplemente, a un presidente del Gobierno eligieron también a los máximos mandatarios del Tribunal Constitucional, Consejo de Estado, Congreso de los Diputados, Fiscalía General, CIS, CNI, Tribunal de Cuentas, AENA, Red Eléctrica Española, CNMV, CNMC, INE, Renfe, Indra, Correos, Paradores Nacionales, SEPI, Telefónica, Hispasat, Agencia EFE, RTVE, RNE, Mediaset, El País, la SER, Instituto Cervantes, Hipódromo de La Zarzuela, de un sinfín de embajadas importantes (en la ONU, la OCDE, la OEA, la UNESCO, la Santa Sede y las principales capitales mundiales) y de multitud de entidades menores o dependientes de las anteriores. ¿Les parece todo eso normal introduciendo una sola papeleta y sin disponer de ninguna otra información?

El grado de colonización que Sánchez está haciendo de todas las instituciones españolas carece de parangón en ninguna otra democracia del mundo, dejando además colocados a muchos de sus peones afines incluso para el futuro cuando tenga que abandonar el poder. Esta actitud despótica y autoritaria va aderezada de otro fenómeno aún más preocupante, que podemos llamar “melapelismo”. Al presidente y a sus fieles esbirros les importa un pimiento morrón que les pillen una o mil veces en un mal desempeño de sus delicadas funciones -como ha sucedido recientemente con las patochadas del CIS, o con las reiteradas reprobaciones de los Tribunales al fiscal general del Estado- porque, descaradamente, “se la pela”. Lo que en cualquier país occidental generaría dimisiones o ceses automáticos en España solo produce victimismo, chulería, ataques a la oposición y regodeo en el error. Y luego se meten con Donald Trump.

A nuestros actuales gobernantes les importa muy poco el prestigio de las instituciones públicas que han colonizado. Solo las conciben para manosearlas a su antojo, colocando esbirros afines a su ideología. La erosión en la confianza que esas instituciones puedan generar en los ciudadanos se la trae al fresco. Aunque eso acarrea al final consecuencias dramáticas para cualquier sistema democrático.

Viendo el espectáculo que nos proporciona el sanchismo, ¿qué españolito puede confiar hoy en la Fiscalía? ¿O en el Centro de Investigaciones Sociológicas? ¿O en el Centro Nacional de Inteligencia? ¿O en Indra, empresa que gestiona los recuentos electorales? Cuando instituciones tan delicadas son tratadas como trapos de usar y tirar el sistema entero queda fatalmente resentido.

Si la izquierda padeciera realmente ese miedo a la ultraderecha que siempre utiliza como reclamo electoral no le proporcionaría este ejemplo lamentable de colonización institucional. Para que no lo haga Feijóo con Abascal ya se encarga Sánchez de convertir España en una república caribeña. Porque el remedio resulta peor que la supuesta enfermedad. Actualmente, el autoritarismo no conquista el poder con espadones o pronunciamientos militares sino utilizando los recursos de la propia democracia, puestos demasiado ingenuamente a disposición de los tiranos.

 

P.D.: Retirar a la embajadora en Argentina tras una alusión de Milei a su mujer tras meses recibiendo insultos de todo nuestro Gobierno -dejando desatendidos a miles de ciudadanos y empresas españolas residentes en el país hermano-, o dar instrucciones a la presidenta del Congreso para que retire la palabra en un debate parlamentario al jefe de la oposición son otras muestras evidentes de la colonización institucional ejercida por Pedro Sánchez. Como el Rey Sol, piensa que el Estado es él.

 

PUBLICADO EN MALLORCADIARIO.COM EL 27 DE MAYO DE 2024.

Por Álvaro Delgado Truyols