Se ha conmemorado en estas fechas un acontecimiento muy señalado de nuestra historia reciente. El 14 de abril de 1931 fue el día de la proclamación de la Segunda República española, tras las elecciones municipales celebradas dos días antes y el abandono voluntario del país por parte del Rey Alfonso XIII, debido a la presión popular. Una fecha muy ensalzada por unos, pero denostada por otros -pues, en definitiva, supuso una subversión no violenta de la legalidad constitucional- que muy pocos, los menos desnortados por el maniqueísmo pueril que caracteriza la sociedad actual, han examinado con el necesario sosiego y profundidad.

He disfrutado esta Semana Santa de una excelente recreación literaria de las muchas historias que se solaparon en ese significado día. La trepidante narración -casi un thriller– del premiado escritor valenciano Paco Cerdà que lleva por título “14 de abril” describe de forma periodística, exhaustivamente documentada con los diarios de la época, las ilusiones, penas, celebraciones y dramas que fueron alfombrando -en una sola jornada- las diferentes calles de España. Desde la alegría incontenible de los trabajadores más pobres hasta las angustias del Gobierno o la Familia Real, la obra desmenuza las emociones de unos ciudadanos que se hacen insospechadamente grandes y de un Rey que se va empequeñeciendo hasta embarcar de madrugada en Cartagena, apartado de su familia, en un buque de la Armada que le alejó de España para siempre.

Cerdà reconstruye pequeñas anécdotas con la precisión de un orfebre, mostrándonos la parte más humilde y desconocida del nacimiento del nuevo régimen. Algunas de ellas hilarantes, como la del anarquista mallorquín Mateo Martí Miquel, que cambió entusiasmado su nombre legal por el de “Ateo”. También, envueltas en ese estado de excitación colectiva, desliza valiosas perlas sobre aspectos fundamentales del caleidoscopio de nuestra historia: las conspiraciones republicanas manejadas en la sombra durante meses; la decisiva intervención de destacados militares e intelectuales (el General Sanjurjo garantizó la neutralidad de la Guardia Civil, y Romanones -enviado por el Rey- negoció con Alcalá Zamora la entrega del poder tutelados, en habitación contigua, por Gregorio Marañón, José Ortega y Gasset y Ramón Pérez de Ayala, luego desencantados todos con la República); las incipientes tensiones entre los diletantes burgueses y los violentos revolucionarios que iban a caracterizar al naciente régimen republicano; y la propia generosidad final del Monarca (“hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con quienes las combaten. Pero, resueltamente, quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil”, dice su carta de despedida redactada por Gabriel Maura, hijo del insigne político mallorquín Antonio Maura, cuyo otro hijo Miguel fue un destacado miembro del nuevo Gobierno republicano).

Pero la esencia de las ilusiones vitales es lo que tardan en desvanecerse. La actitud de los nuevos gobernantes -señoritos burgueses embebidos de teorías, azuzados por revolucionarios imbuidos de espíritu soviético- fue la de excluir la participación en el nuevo régimen a todo ciudadano que no fuese su ferviente partidario. “La República para los republicanos”. Con ese espíritu nacieron la Constitución de 9 de diciembre de 1931, texto partidista que marginó la representación política de la mitad de los españoles (de hecho, cuando las derechas ganaron las elecciones generales de 1933, el Presidente de la República Alcalá Zamora les impidió formar Gobierno), o la Ley de Defensa de la República, aprobada el 21 de octubre de 1931, que suspendió las libertades de expresión y prensa a toda opinión no republicana, dando lugar al cierre de diarios monárquicos y conservadores como ABC o El Debate.

Otra cuestión destacada fue la aprobación del voto femenino que, contra lo que nos vende el feminismo actual, contó con la oposición frontal de las principales lideresas izquierdistas (Victoria Kent, Margarita Nelken), y sólo pudo ser salvada en las Cortes -en votación celebrada el 1 de octubre de 1931- por la valentía de la diputada de Acción Republicana Clara Campoamor, apoyada por los votos de la derecha.

De la deriva radical del régimen republicano podemos contar muchas cosas, desde la Revolución de Asturias en octubre de 1934 contra el propio Gobierno de la República -instigada por el PSOE y los sindicatos más exaltados-, hasta la fraudulenta victoria del Frente Popular en las elecciones generales de febrero de 1936 (reconocida por varios líderes republicanos, ya en el exilio), pasando por el asesinato de un tiro en la nuca, el 13 de julio de 1936, del jefe de la oposición monárquica José Calvo Sotelo a manos de un grupo de escoltas del líder socialista Indalecio Prieto. Todo ello desembocó en el -por todos conocido- alzamiento militar acaecido cinco días después.

El ingeniero y empresario Felix Schlayer fue, durante esos años convulsos, Cónsul de Noruega en Madrid. Y dejó constancia en un libro imprescindible, llamado “Diplomático en el Madrid Rojo”, de todo lo que allí presenció en primera persona. Describe minuciosamente el ilustrado Cónsul la deriva del régimen republicano, y especialmente el terrible “paraíso revolucionario” en el que se convirtió la capital del Estado tras el levantamiento militar de julio de 1936. Aterroriza leer como milicianos armados hasta los dientes, tras el generalizado robo de armas en el asalto al Cuartel de la Montaña, campaban a sus anchas por Madrid -ante la indiferencia absoluta del Gobierno- desvalijando y asesinando a familias enteras de personas sin significación política ni oposición conocida al régimen, simplemente señaladas por ser burgueses, profesionales, propietarios o católicos practicantes. Cuenta con angustia Schlayer como la sede de la legación noruega, un edificio de seis plantas ubicado en la calle de José Abascal de Madrid, albergó durante varios años a más de 900 personas que huían de la sangrienta escabechina revolucionaria.

Explicar para la posteridad la verdadera historia de España no sólo consiste en divulgar las ansias y emociones de ese ilusionante 14 de abril, magistralmente descritas por Paco Cerdà en su muy trabajada obra reciente. Sino también en contar, con la misma precisión, el lamentable desastre que muchos republicanos inconscientes empezaron a construir a partir del día 15.

PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN MALLORCADIARIO.COM EL 17 DE ABRIL DE 2023.

Por Álvaro Delgado Truyols