Les confieso que siento fascinación por los bobos de solemnidad. No se trata de un tema intelectual, como ustedes podrán imaginar, sino de un asombro parecido al que experimentan los niños ante una bola de algodón dulce, o ante la repentina aparición de alguien disfrazado de superhéroe. No lo puedo evitar. Ya sé que hasta un reloj parado da correctamente la hora dos veces al día, aunque me sorprende cómo algunos tipos extremadamente idiotas han podido presidir un país o ser elegidos reiteradamente por millones de ciudadanos.
En una reciente entrevista, preguntaban al filósofo Gabriel Albiac por su costumbre de no ir a votar, que acababa de romper en favor de Isabel Díaz Ayuso en las recientes elecciones madrileñas. Y su respuesta fue demoledora: “un buen ciudadano cumple con su país pagando sus impuestos, pero nadie te puede obligar a elegir a un imbécil que no te representa”. Suscribo la contestación del gran pensador valenciano porque, viendo lo que nos ofrecen los diferentes partidos políticos, algunos lo tenemos realmente complicado. Resulta muy difícil elegir algo entre tanta aplastante mediocridad.
Centrándonos en España, desde que tengo uso de razón no recuerdo haber conocido dirigentes manifiestamente estúpidos. Sí caraduras, sinvergüenzas, antipáticos, engreídos o altivos. Pero en ningún caso idiotas de manual, esos que lo son desde cualquier ángulo, de forma esférica, los mires por donde los mires. Ni Suárez, ni Calvo-Sotelo, ni González, ni Aznar, ni Rajoy, ni siquiera Sánchez me han parecido nunca unos tipos tontos de baba. Cada uno con su bagaje, su formación y su trayectoria personal, me merecieron en su momento un relativo respeto intelectual. Aunque fuera por su maldad.
Pero jamás me ha sucedido lo mismo con José Luis Rodríguez Zapatero. Lo siento por sus escasos fans pero, desde su fulgurante aparición -allá por los primeros años 2000- siempre me pareció un gilipollas completo y rotundo. Y perdonen ustedes mi sinceridad. Porque fue, además, alguien que -por meras razones utilitaristas de aritmética electoral- resucitó irresponsablemente el guerracivilismo y el odio entre españoles, problemas que resultarán muy difíciles de erradicar en nuestra sociedad.
Resulta cierto que las primeras impresiones no siempre se confirman en la vida, y que personas que un día te entraron mal acaban luego ganándose tus respetos. Sin embargo, todo lo que ha perpetrado en su trayectoria política el peculiar político de León, desde que ocultaba historias inconvenientes de la trayectoria militar de su abuelo republicano, me ha parecido que superaba en indignidad y estupidez lo anterior. Y, como muestra, les voy a ofrecer varios botones. De esos dorados, que visten mucho y aparentan calidad. Aquí los tienen.
El aperitivo se lo sirvo con algunas de sus frases de estilo estupefaciente, en las que parecía haber fumado productos prohibidos plantados por algún malote en el jardín de La Moncloa, del tipo “la tierra no pertenece a nadie, sólo al viento”, o “la nación española es un concepto discutido y discutible”, refiriéndose un país con más de 500 años de historia universalmente admirada, del que era Presidente del Gobierno (mientras reconocía, sin rubor, las naciones vasca o catalana). También “hoy estamos mejor que hace un año, y dentro de un año estaremos mejor que hoy”, horas antes del terrible atentado de ETA en la T-4 de Barajas. O “Otegi es un hombre de paz”, “España está totalmente a salvo de la crisis financiera” (en una entrevista en El País, en agosto de 2007), “estamos en la Champions League de la economía” (septiembre de 2007), o “la crisis es una falacia, puro catastrofismo” (enero de 2008). Termino con la epatante “los parados no son parados, son personas que se han apuntado al paro” (en una entrevista en Punto Radio, en febrero de 2008). Si encuentran ustedes a alguien más gilipollas se lo compro para un museo.
Tras dejar la Presidencia, derrotado por Rajoy y la devastadora crisis económica que siempre negó, el bobo esférico nos regaló un merecido descanso a todos los españoles. Tal vez esperando, como todos los ex Presidentes, que le llovieran ofertas para dar conferencias e impartir charlas por España y el mundo entero, dadas sus aspiraciones a convertirse en líder progresista posmoderno planetario. Y así mantener holgadamente su interesante tren de vida, chaletazo en la milla de oro de Aravaca incluido (reiterando esa irresistible querencia de la izquierda hacia los casoplones).
Pero el tiempo pasaba, y nadie llamaba a su puerta. Hasta que lo hizo Nicolás Maduro. Un antiguo conductor de autobús, de parecida solvencia intelectual, que lleva años tiranizando sin piedad a la hermana sociedad de Venezuela como heredero –nombrado a dedo- del Comandante Hugo Chávez. Y que le ha contratado, empleando los millones de su narcodictadura, para blanquear internacionalmente el atroz régimen chavista. Ese en el que sus ciudadanos carecen de medicinas o compresas y que, siendo el mayor productor mundial de petróleo, tiene a todos sin combustible. Un exitazo político y social incomparable.
Las últimas apariciones del iluminado personaje tienen que ver con el tema catalán. Y han sido para pronunciarse a favor de los indultos -faltaría más- como si todos no supiéramos que no van a destensar ningún problema sino sólo garantizar a Pedro Sánchez la posibilidad de acabar la legislatura con sus menguados 120 escaños. De la clarividencia del inútil de Zapatero con el asunto de Cataluña ya tuvimos abundantes muestras. Desde su declaración de que “aprobaré el Estatut que salga del Parlament” (luego desmochado por el Tribunal Constitucional), hasta sus constantes carantoñas a gente que le despreciaba, y sólo se aprovechaba de su debilidad intelectual.
Como colofón, recuerden ustedes una entrevista que le hizo Pedro J. Ramírez, entonces director de El Mundo, en abril de 2006, paseando ambos por los jardines de La Moncloa. Ante la pregunta “¿se sentirá responsable si dentro de 10 años Cataluña inicia un proceso de ruptura con el Estado?”, el profeta contestó: “dentro de 10 años España será más fuerte, Cataluña estará más integrada, y usted y yo lo viviremos”. Este es el genio que aún nos aconseja.
PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN MALLORCADIARIO.COM EL 14 DE JUNIO DE 2021.
Por Álvaro Delgado Truyols
José E. Moya
Mientras el listo señala el cielo los tontos miran el dedo. Que podemos esperar de semejante inmaduro. Pero la desgracia son los muchos que haun les botan
Álvaro Delgado Truyols
Totalmente de acuerdo. No sé si era listo o más bien iluminado, pero esta clase de personajes siempre tiene seguidores que atienden más al color de su partido que a la realidad de sus actos. Mucha gente vota con las emociones y no con las razones.
Gracias por el comentario