Manuel Tamayo y Baus, dramaturgo español del siglo XIX, escribió que “la piedra filosofal, buscada en vano por los alquimistas, ha sido al fin hallada por los tramposos; la piedra filosofal es el dinero ajeno”. Me encantaría preguntar a los simpatizantes del Gobierno si les parece correcto que sus líderes nos hagan a los españoles una trampa tras otra, con nuestras leyes y con nuestra pasta. Tal vez la mayoría sea gente sectaria, que prefiere en el poder a un tramposo de los suyos a un honrado de otro color. O quizás vivan todos del dinero público, que creen garantizado para siempre con esta banda en el poder. Pero deben saber que el Gobierno que tenemos, más que un apoyo en tiempos difíciles, se está mostrando como el principal enemigo de nuestros autónomos y empresarios. Esos que con su esfuerzo, su riesgo y sus impuestos financian lo que todos cobran. El dinerito que reciben mensualmente no lo imprime el Gobierno como en La Casa de Papel, sino que nos lo sacan primero a los demás, lo hayamos ingresado por nuestra actividad o no, como han demostrado cobrando las cuotas a los autónomos que llevaban toda la cuarentena sin facturar.

El escaso aprecio de nuestro Gobierno por el tejido empresarial lo demostró nuestra Ministra de Trabajo, la comunista Yolanda Díaz, chantajeando hace unos días al Presidente de CEOE Antonio Garamendi con eliminar medidas favorables a la supervivencia de las empresas si no firmaba el paupérrimo acuerdo sobre los ERTE impuesto por el ejecutivo social comunista. Porque necesitaban hacerse la foto a ver si vendían en Bruselas, a donde van a ir prontito con el cazo vacío, un consenso social que en España no existe. Tratando, por supuesto, de hacerle trampas también a la Unión Europea, para ver qué millones le pueden sacar. Luego pactaron con Bildu -a espaldas de Ciudadanos, de la patronal y de los sindicatos- la derogación íntegra de la reforma laboral y se desdijeron al cabo de tres horas ante el desconcierto general.

Los constantes bandazos y las medidas improvisadas, nunca basadas en estudios serios y en consejos de verdaderos expertos (ocultan ilegalmente la identidad de su comité de asesores), han generado una dramática pérdida de puestos de trabajo y otros destrozos económicos con peor solución a medio plazo, como la paralización de la actividad, la ruptura de las cadenas de pago y la destrucción de tejido productivo. Todo ello acompañado de un repertorio permanente de trampas legislativas de nula eficacia y flexibilidad, que para nada va a conseguir un auténtico “progreso” de la sociedad española. Pues todo lo que van acordando no supone más que un preocupante “retroceso” en riqueza, en transparencia y en los controles que todo régimen democrático precisa cuando se suspenden por tanto tiempo derechos y libertades. En la práctica, están llevando a cabo una ocupación atropellada del poder poniendo en hibernación nuestra democracia.

Empezaron decretando un estado de alarma para encubrir un verdadero estado de excepción, eludiendo así el acuerdo y los controles parlamentarios que exige la Constitución. Prestigiosos juristas han denunciado que la alarma no permite una suspensión general de derechos fundamentales (reunión, asociación, movilidad, manifestación, expresión, culto, control parlamentario, etc.) sino sólo una limitación parcial y temporal por 15 días, más una prórroga acordada por el Congreso. Y ya llevamos varias, con ansias de continuar hasta empalmar con las vacaciones parlamentarias. Con ello, puenteando absolutamente al Parlamento, van legislando de forma torrencial mediante Decretos-leyes con entrada en vigor inmediata, lo que sería admisible para adoptar medidas sanitarias o de urgencia inaplazable. Pero no para meter a Pablo Iglesias en el CNI, nombrar 24 nuevos Directores Generales de Podemos que no cumplen el requisito de ser funcionarios, modificar la Ley educativa o permitir el empadronamiento en autocaravanas o de los okupas. ¿Qué tiene todo esto que ver con la emergencia del Covid-19?

Luego han venido compras millonarias de material sanitario a empresas opacas, identificadas en el BOE sólo con su nombre, sin dirección ni datos fiscales, y más tarde localizadas en el entorno de La Roca del Vallés, de donde fue Alcalde el Ministro de Sanidad Salvador Illa. La mayoría ajenas al mercado sanitario habitual, en manos de comisionistas amigos, y algunas dedicadas a la venta de geles vaginales y carentes de licencias de importación. Hasta la CNN, cadena televisiva norteamericana de conocida tendencia progresista, ha comentado las continuas trampas del Gobierno de Sánchez. Parece que a estos descarados yankees no les han llegado las subvenciones audiovisuales del Gobierno de España, o bien que desconocen cómo se las gasta con las noticias críticas el conocido Sheriff  Marlaska.

Ya el remate final ha sido ver al floreciente Marqués de Galapagar, gran promotor de escraches en el pasado, amenazando a los demás tras escuchar cacerolas en la puerta de su mansión, y proponiendo un impuesto a los “ricos”; al Ministro de Consumo Alberto Garzón calificando al turismo español como “precario, estacional y de bajo valor añadido”; al de Transportes José Luis Ábalos añadiendo que nuestro turismo debe ser “sacrificado”; al de Universidades Miguel Castells incitando a sus alumnos a “copiar inteligentemente”; al propio Sánchez utilizando las fases de la desescalada para premiar o castigar territorios según sus intereses políticos; a Carmen Calvo culpando de la expansión de coronavirus a que “Nueva York, Madrid, Teherán y Pekín son tres ciudades (sic) que están en línea recta”; a Teresa Ribera diciendo que “Portugal detuvo mejor el virus porque está más al Oeste”, al Dr. Simón reconociendo que “antes no recomendábamos mascarillas porque no las teníamos” y al inefable Tezanos cocinando en el CIS de abril que un 70% de los españoles consideran nuestra situación económica como “buena o muy buena”, mientras mantiene al PSOE a 11 puntos del PP y Ciudadanos sube de golpe 5 puntos. Estos tipos serán gente “de progreso” (seguramente el suyo) pero el casting donde les eligieron parece hecho en un vapor de ruedas -de esos repletos de tahúres jugando al póker con cartas marcadas- del mítico río Mississippi.

Por Álvaro Delgado Truyols