Dada la cercanía de las elecciones municipales y autonómicas, y por si quieren tenerlo en cuenta antes de depositar concienzudamente su voto, voy a realizarles un balance esquemático de la legislatura que termina. Serán dos entregas críticas, analizando la gestión tras el humo de los gestos y la cargante propaganda mediática tan frecuentes hoy en día. Comenzamos examinando la trayectoria del Ayuntamiento de Palma.

La gestión del actual consistorio resulta sencillísima de definir: el gobierno municipal -repartiéndose las áreas como compartimentos estancos entre los diferentes partidos integrantes de la coalición- ha sido caótico, conflictivo, ineficaz, incompetente y descoordinado; y, como lógica consecuencia de lo anterior, Palma se muestra sucia, triste, despersonalizada, incómoda, pintarrajeada, inaccesible y escasamente acogedora. No se puede dedicar más esfuerzo al postureo político y mediático ni gestionar la ciudad con menos eficiencia y conocimiento. Y eso que estamos hablando de política municipal, donde la máxima prioridad no debería ser colgar banderas, símbolos o consignas en el balcón del Ayuntamiento, sino brindar servicios públicos eficaces a los ciudadanos.

Aunque parezca una nimiedad en un mundo globalizado, se ha notado en demasía que la mayoría de integrantes del equipo de gobierno no son palmesanos, y que jamás han sido capaces de comprender la esencia ni la estética de esta compleja urbe milenaria. Tampoco han logrado entender el sentido de sus monumentos históricos, ni el encanto de sus callejas y viejos casales, ni su pujante carácter cosmopolita, ni la idiosincrasia particular de sus ciudadanos, bastante alejados de las tradiciones y costumbres rurales de la part forana. La nota que merece este equipo de gobierno es un muy deficiente sine laude. Una gestión pésima.

Por razones familiares, he tenido ocasión de conocer muy bien otras capitales similares de España. Por ejemplo, La Coruña, ciudad que visito regularmente desde hace más de tres décadas. Una urbe con menos habitantes que Palma y un presupuesto municipal sensiblemente inferior, donde he podido contemplar el largo y continuado proceso de su magnífica transformación, que para los ojos de un resignado palmesano resulta realmente impactante.

El Ayuntamiento coruñés, siguiendo la sabia planificación del gran Paco Vázquez -ex Alcalde del PSOE al que votaba todo el mundo en tiempos de las cinco mayorías absolutas en la Xunta de Galicia del popular Manuel Fraga– ha eliminado el tráfico de uno de los dos principales paseos marítimos de la ciudad, que ahora luce espectacular como zona peatonal, no sin antes construir un enorme túnel -de un extremo al otro- que canaliza bajo el paseo, y junto al puerto, la totalidad del antiguo tráfico rodado. También ha dotado a la ciudad de muy modernizados accesos, unos renovados muelles para cruceros turísticos y una importante red de aparcamientos públicos subterráneos que descongestiona de vehículos el centro urbano más concurrido y comercial. Y, tras finalizar la ejecución de todas esas imponentes infraestructuras básicas -no antes-, se eliminó en parte del centro urbano el tráfico rodado. Además, la colaboración público-privada con el grupo Inditex ha puesto a La Coruña en la vanguardia nacional en moda, tiendas experimentales, exposiciones, gastronomía y actividades de ocio.

Conociendo cómo han transformado algunos excelentes Alcaldes ciertas ciudades españolas, ¿por qué no puede ser Palma como La Coruña, Oviedo, San Sebastián, Bilbao, Valencia o Málaga? ¿No deberíamos estar por historia, ubicación geográfica, clima, potencial económico y tradición cultural, al menos, a su mismo nivel? ¿Qué problema tenemos nosotros que nos imposibilita ocupar un lugar de auténtica vanguardia urbanística, estética, sostenible, de equipamientos y cultural?

Nuestro principal problema se llama José Hila. Un tipo que hizo el ridículo en toda España suprimiendo como franquistas las calles de Almirantes decimonónicos, y que ha jugado a inventarse una ciudad ecológica prohibiendo la circulación rodada en calles del centro, masacrándonos con multas y limitaciones de velocidad y pintando de rojo angostos carriles bici. Ese es el patético resumen de su proyecto de ciudad sostenible. Sin proyectar viviendas asequibles ni túneles soterrando el tráfico para compensar las limitaciones de acceso en superficie. Sin gastar los muchos millones recaudados más que en colocar a los afines de su numeroso equipo de concejales. Y convirtiendo en la ciudad más sucia de España -según encuesta de la OCU en 2023- la que fue mejor ciudad del mundo para vivir según The Times en 2015.

La política municipal en urbanismo, turismo y cultura presenta un resultado desolador. En turismo, el Ayuntamiento cabalga las contradicciones de un equipo de gobierno dividido, una parte que odia el turismo y otra que lo soporta, con normativas desconcertantes en materias como cruceros, terrazas o movilidad. En materia urbanística, la gestión de la concejal independentista Neus Truyol aspira a pararlo todo: desclasificación de urbanizables, demoras interminables en licencias y ninguna solución imaginativa, con el resultado de tener la vivienda más cara de España, inalcanzable para los jóvenes palmesanos. En materia cultural, exhiben la nada por bandera, habiendo abandonado toda gestión a la iniciativa privada.

Como resumen gráfico, Hila y su equipo de gobierno han tomado como referente municipal las iniciativas de la inefable Ada Colau, en lugar de imitar a otros ediles exitosos como el citado Francisco Vázquez, Gabino Lorenzo, Odón Elorza, Iñaki Azkuna, Rita Barberá o Francisco de la Torre. Todos ellos Alcaldes o Alcaldesas que transformaron de arriba abajo sus respectivas ciudades sin pensar quién iba a ocupar el sillón el día que se cortase la cinta. Y dio la casualidad de que lo ocuparon ellos.

PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN MALLORCADIARIO.COM EL 15 DE MAYO DE 2023.

Por Álvaro Delgado Truyols