¿Cómo serán los españoles del 2050? ¿Qué características personales, sociales, morales y políticas tendrán? Son preguntas bastante complejas aunque, viendo los cauces por los que discurre nuestra sociedad, podemos adivinar algunos rasgos que -de no operar antes el famoso péndulo de la historia- nos conducirán a una situación parecida a la siguiente.

El españolito del 2050 nacerá -muy probablemente- fuera de una familia convencional. El auge de familias monoparentales o integradas por parejas homo o bisexuales, o incluso por mayor número de miembros, hará que disminuya el número de chavales que tengan los típicos papá y mamá. El ambiente familiar en el que se críen será también diferente, alejándose exponencialmente de los viejos principios de autoridad, obediencia y respeto que a muchos nos inculcaron hacia nuestros mayores. La familia constituirá antes un orden abierto y participativo que una comunidad jerarquizada basada en la primacía de la voluntad de los adultos. Los niños tratarán a sus progenitores de igual a igual, o incluso con exceso de mando, desprecio o superioridad.

La educación del españolito medio será también muy distinta de la que conocimos. El eje del sistema educativo estará centrado en fomentar las emociones, los anhelos, los deseos y los sentimientos, descartando el esfuerzo, el mérito, la competencia y la memoria. Para los modernos pedagogos, acumular información no sirve de nada porque todo puede consultarse en internet. El ex Ministro de Universidades Manuel Castells dijo exactamente eso hace un par de años en una comparecencia pública. Aunque el día en que vivamos rodeados de concursantes televisivos, influencers o cantantes dedicados al perreo -y nos apercibamos de que necesitamos cirujanos, arquitectos, abogados o ingenieros- tal vez queramos volver al punto de partida. Hasta entonces, no habrá calificaciones traumatizantes, suspensos ni repeticiones de curso.

La vida profesional del español del futuro será bastante menos extenuante. No existirán corbatas, horarios, oficinas cerradas ni jornadas laborales agotadoras. Tampoco teletrabajo a destajo sin límites y sin fin. El Estado pagará sueldos por sentir, emocionarse, conversar, disfrutar el ocio, imaginar, interrelacionarse, respetar el medio ambiente y vivir de forma sostenible. Las empresas funcionarán sin jefes, sin órdenes, sin esfuerzos y con mucho amor. El dinero con el que va a pagarse todo eso es todavía una incógnita. Seguramente habrá que sacárselo a “los ricos”. La duda es si todavía nos quedará alguno a quien desplumar. En diseñar esos impuestos está la insaciable María Jesús Montero.

La vida sentimental venidera será, por supuesto, otra historia. Prevalecerá el amor libre, el poliamor y la falta absoluta de obligaciones. Las parejas se elegirán sin hablar, por interconexiones electrónicas que determinarán compatibilidades mediante algoritmos. Uno podrá emparejarse hasta con su perro, su cacatúa o su cabra. La paternidad de los recién nacidos será asumida por la colectividad, ante la imposibilidad de ser determinada legalmente. Ello llevará a la supresión de los contratos, de las herencias, del derecho familiar y matrimonial, de las obligaciones parentales e incluso de la propiedad privada. Todo será de todos y, a la vez, de nadie. Quedarán sustituidos los compromisos por el imperio de los instintos y las emociones. Y nadie tendrá nada que reclamar. Hasta los niños podrán decidir tener sexo con adultos, siguiendo los sabios consejos de Irene Montero en contra del Código Penal.

La sociedad vivirá en casas y ciudades muy parecidas entre sí. Todas eco-frienly, cibercomunicadas y sin secretos en su interior. Los delincuentes serán cancelados o internados en campos de reeducación, hasta que puedan retornar a sus comunas sin perturbar la vida de sus vecinos. No existirán personas con defectos físicos o intelectuales, porque serán eliminadas antes de nacer. La gente podrá elegir, a la carta, cómo quiere que sean sus hijos: altura, peso, color de los ojos, tonalidad de la piel. Tal vez no sea posible conseguir un número determinado de neuronas -ante la escasa calidad de los óvulos y espermatozoides puestos en circulación- en una sociedad dedicada esencialmente al ocio y a la holganza. Pero pronto podrá solicitarse una manipulación genética de ciertos fluidos corporales para tener hijos superinteligentes. El problema es que no habrá ocupaciones para ellos, lo que demostrará su escasa utilidad. Antes que superdotados, más valdrá que corran ironmanes, tengan más dedos para teclear compulsivamente en redes sociales o bailen bien el reggaetón.

Una joven tiktoker gallega llamada Meryfos, usando sucesivos disfraces y mostrando un agudo sentido del humor, ha publicado un exitoso video que parodia la evolución de la escuela española desde 1950 hasta 2027 a la luz de los cambios que han ido introduciendo las sucesivas leyes educativas. No dejen ustedes de verlo. El académico Arturo Pérez-Reverte lo ha divulgado diciendo: “El cole en 2027. O antes. O casi ya”.

Aquí yo, ingenuamente, les he estado hablando de 2050. Pero este apetecible panorama lo tenemos ya todos a la vuelta de la esquina.

PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN MALLORCADIARIO.COM EL 26 DE SEPTIEMBRE DE 2022.

Por Álvaro Delgado Truyols