En su desbordante afán por alfombrar con pétalos el camino de espinas que le espera a Pedro Sánchez para ser investido como Presidente del Gobierno, el periodista de “El País” Xavier Vidal-Folch, en un obsecuente artículo publicado el pasado 5 de octubre, sostenía que 22 sentencias antiguas de nuestro Tribunal Constitucional permiten y respaldan la amnistía que se está negociando para los políticos catalanes condenados por los numerosos delitos del procés.

Pero, como en la sociedad actual se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, ha quedado demostrado que tales supuestos precedentes jurisprudenciales resultaban ser más falsos que un euro de madera. Notables juristas como el antiguo Fiscal General del Estado (en Gobierno socialista) Eligio Hernández, el Catedrático de Derecho Penal (también de ideología progresista) Gonzalo Quintero Olivares, o el ex Magistrado de la Audiencia Nacional Javier Gómez de Liaño han publicado rigurosos escritos en los que, tras analizar en detalle las 22 sentencias alegadas por Vidal-Folch, llegan a la razonada conclusión de que ninguna de ellas avala la amnistía proyectada por Sánchez.

La manipulación grosera del lenguaje, hoy tan propia del lenguaje político, está alcanzando ya -sin rubor alguno- al mundo del Derecho. En los complejos tiempos que vivimos, cualquier osado juntaletras con ínfulas de intelectual orgánico se cree con aptitudes suficientes para pontificar sobre Leyes y para interpretar (siempre “pro domo sua”) complejos problemas jurídicos. Aunque sea para sobrecargar de argumentos falsos a aquellos cuyo sectarismo hace que no precisen ninguno.

También es necesario reflexionar sobre el papelón desempeñado actualmente por muchos medios de comunicación, hasta los antaño más prestigiosos, que coloca la información hoy publicada al nivel de cualquier troleo fake aparecido en las redes sociales. Ya sabemos de la crisis pavorosa que asola hoy en día a la prensa tradicional. Pero, aparte de la denigrante pérdida de prestigio y credibilidad, ¿quién va a pagar en el futuro para consumir semejante basura informativa?

La poderosísima arma que hoy manejan los grandes grupos de comunicación no debería poder utilizarse de una forma tan grosera y manipuladora. ¿Qué les parecería que yo publicara en este medio digital comentarios pretenciosos sobre física cuántica, resistencia de materiales o la eficacia del ARN mensajero? El respeto debido a las informaciones publicadas sobre el mundo del Derecho debería ser equivalente al que habitualmente se tiene por la medicina, la arquitectura, la astronomía o la física, velando las propias empresas -y los órganos corporativos- para que sus periodistas no incurriesen en mentiras o tergiversaciones groseras, y encomendando las informaciones más delicadas a profesionales contrastados.

Vidal-Folch y sus 22 sentencias ha resultado ser como Alí Babá y los 40 ladrones. O un ignorante inexplicable o un peligroso manipulador. Igual resulta rentable para la amenazada cuenta de resultados de su declinante medio de comunicación, actualmente tan dependiente de discrecionales subvenciones públicas y politizadas ayudas financieras. Pero en cualquier caso ha demostrado ser, aparte de un lacayo impresentable, un informador menos fiable que los reporteros graciosillos del Gran Wyoming.

 

P.D. Como escribe Gómez de Liaño, parafraseando al filósofo francés Frédéric Gros, “hay un sentimiento que tendría que remorder más que la culpa. Se llama vergüenza”.

PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN MALLORCADIARIO.COM EL 16 DE OCTUBRE DE 2023.

Por Álvaro Delgado Truyols