Cuando los gobiernos de Zapatero y Sánchez aprobaron sus respectivas Leyes de Memoria Histórica (2007) y Memoria Democrática (2022) pretendieron crear una “versión oficial” sobre la Guerra Civil, erradicando bajo amenaza de sanciones cualquier narración alternativa. Debido a ellas, somos la única democracia del mundo que impone por Ley una lectura única y obligatoria de su propia historia.

La izquierda siempre ha querido exhibir la fracasada experiencia republicana como su referente de virtudes democráticas, para lo que dispuso del apoyo entusiasta de numerosos historiadores de la escuela marxista (Manuel Tuñón de Lara, Ángel Viñas, Paul Preston, Enrique Moradiellos, Ian Gibson, Santos Juliá, Gabriel Jackson, Gerald Brenan), quienes describieron una idílica sociedad republicana abruptamente truncada por un cruel levantamiento fascista.

Sólo estudiosos aislados, marginados por la historiografía progresista (Ricardo de la Cierva, Vicente Palacio Atard, Ramón y Jesús Salas Larrazábal), pusieron seriamente en duda lo angelical de la versión republicana. En cualquier caso, como sorprendió al especialista británico Antony Beevor, “la Guerra Civil española es de las pocas en las que los perdedores escribieron la historia”.

Pero la intención propagandística de la izquierda de crear un “Gran Hermano” implacable que preservase sus mitos republicanos (aunque Orwell describió bien las mentiras de la izquierda sobre la Guerra Civil) le está dando mal resultado. Al rebufo de pioneros como Stanley Payne y Pío Moa, han aparecido múltiples historiadores que cuestionan el comportamiento democrático de las izquierdas durante la República y la Guerra Civil. Autores como Manuel Álvarez Tardío, Roberto Villa, Fernando del Rey, Miguel Platón, Pedro Corral, Julius Ruiz, Gabriele Ranzato, César Alcalá, José Javier Esparza, Alfredo Semprún, Enrique Navarro, Sergio Campos, Alberto Bárcena o Alejandro Nieto han creado en estos últimos años una completísima doctrina revisionista que jamás había existido en España ni en tiempos de la dictadura.

El análisis de los fenómenos revolucionarios (1917, 1923, 1934) antecedentes de la Guerra Civil; la irresponsabilidad de muchos señoritos diletantes que integraban las élites políticas republicanas; sus intentos antidemocráticos para impedir la alternancia en el poder; el fraude en las elecciones de febrero de 1936 y el régimen de violencia callejera implantado por el Frente Popular desde su victoria; o la descripción de las matanzas de católicos y burgueses ejecutadas por hordas de milicianos en zonas republicanas -incluso antes de la Guerra- (con Paracuellos como ejemplo paradigmático) constituyen ejes centrales de estos novedosos trabajos.

Se ha hecho eco reciente de este fenómeno reactivo Andrés Trapiello, autor de “Las armas y las letras”, libro de culto publicado en 1994 que ofrece una mirada minuciosa sobre la literatura española en la época de la Guerra Civil. Para Trapiello, “una de las pocas cosas buenas que han traído las Leyes de Memoria Histórica es la profusión de buenos libros sobre la Guerra Civil”. Algo radicalmente alejado de las perversas intenciones de los socialistas al promulgarlas –Juan Luis Cebrián ha reconocido que el actual Gobierno está falseando la historia y creando una “memoria histérica”-, pero que todos les tendremos que agradecer.

PUBLICADO EN MALLORCADIARIO.COM EL 29 DE ABRIL DE 2024.

Por Álvaro Delgado Truyols