“El hundimiento” es un magnífico drama bélico, estrenado en el año 2004, que narra la fase final del Gobierno de Hitler ante el avance sobre Berlín de las tropas soviéticas en los estertores de la Segunda Guerra Mundial. Gran parte de la película, cuyas escenas más impactantes se reproducen a diario en innumerables “memes” de whats app, se desarrolla en el búnker situado en los sótanos de la Cancillería, donde los asustados subordinados tratan de aparentar una nerviosa normalidad mientras los estallidos de cólera del dictador nazi, muy deteriorado en su salud física y mental, van dando cumplida narración de la inevitable caída de su régimen criminal.

La política española de estas últimas semanas, en especial tras el llamativo vuelco electoral tras los comicios autonómicos y municipales del 28 de mayo, nos recuerda bastantes escenas de “El hundimiento”. Por un lado, un fracasado Pedro Sánchez -que está perdiendo el respeto, que no el miedo, de sus subordinados- ha colocado a Ministros y cargos de confianza en puestos favorables de las listas electorales del PSOE, ante la debacle que todos aventuran en las próximas generales pero nadie quiere reconocer. ¿A qué viene esta desbandada si, con la boca pequeña, aun van diciendo que pueden ganar?

Por otro lado, la izquierda de la izquierda está consumando sus habituales purgas estalinistas, revistiendo de modelito fashion, olor a lavanda, sonrisa profiden y melena de Llongueras las mismas ideas caducas que hace unos años nos quisieron colocar con gestos agresivos, camisas de Alcampo, alergia al jabón y coleta desarreglada. Llama mucho la atención cómo sus propios camaradas, tan indisciplinados y conspiradores siempre, sólo se han puesto de acuerdo en una cosa: apartar de la política a Irene Montero por incompetente manifiesta. Y miren que hay que serlo mucho para destacar por inútil en esa tropa.

El numerito que nos están regalando los políticos de izquierdas, olvidándose del progreso colectivo y apuñalándose por el individual, constituye un espectáculo inenarrable. El debate de las ideas, los proyectos de progreso o las ansias de ilusionar a la ciudadanía con nuevas políticas sociales han sido estrepitosamente olvidados ante la necesidad de mantener urgentemente su status personal. Quienes criticaban ferozmente a la “casta” demuestran ser más casta que nadie, peleando a navajazos por su inclusión en las listas. En el progresismo español nadie debate actualmente una sola idea. Sólo se despellejan por los sillones.

Otra señal del previsible hundimiento de la izquierda es su catastrofismo mediático de las últimas semanas. Aparte del desgastado miedo a la “ultraderecha”, ahora resulta que cuando dice Feijóo -con buen criterio- que va a recortar y refundir una serie de Ministerios, o que va a derogar o modificar algunas leyes desastrosas del Gobierno Frankenstein, aparecen Sánchez, Bolaños y Armengol -entre otros- asustando a los españoles con avisos de “retroceso” político o “recorte de derechos”. No majos, no. Pedro Sánchez tuvo en su día que inflar el número habitual de Ministerios para colocar a toda la tropa que le apoyó, llenando el Gobierno de incompetentes, anomalía que pronto debería volver a la normalidad. Y los únicos derechos que seguro va a recortar Feijóo son los de los abusadores sexuales que salieron a la calle, o los de los malversadores o sediciosos que anuncian reiteradamente “ho tornarem a fer”.

Como jurista, tengo la obligación de aclararles una de las grandes falacias manejadas habitualmente en la política española. Resulta rotundamente falso que para defender algunos derechos o proteger a ciertos colectivos vulnerables sea necesario hacer nuevas leyes. La Constitución y muchas leyes ya existentes garantizan suficientemente el respeto a sus derechos para cualquier ciudadano español. Deben saber que las leyes actuales no se aprueban para proteger a nadie, sino para montar chiringuitos remunerados y hacerse abundante propaganda en medios y redes sociales. Elaborar leyes de tan mala calidad técnica -que incluso prescinden de los informes de organismos expertos y del normal procedimiento legislativo- supone el mayor recorte de derechos para cualquier ciudadano afectado. Que se lo digan a las mujeres abusadas, víctimas del estrepitoso fracaso de la Ley del “sólo sí es sí”, ratificado hace pocos días por el propio Tribunal Supremo. Aunque, en lugar de reconocerlo, sus muy lerdas autoras acusaban del desastre a la falta de formación de nuestros jueces machistas.

En una de las escenas finales de “El hundimiento”, un Hitler demacrado y tembloroso escucha el dramático informe de sus jefes militares y, con los rusos acercándose a la Cancillería, se quita lentamente las gafas y estalla en gritos histéricos contra sus más cercanos ayudantes. Se ha publicado en prensa que, en las últimas semanas, varios teléfonos móviles se han hecho añicos contra las paredes en algunas elegantes dependencias del Palacio de La Moncloa. Parece que, ante su previsible descalabro, la cólera de Pedro poco tiene que envidiar a la del viejo Adolf.

PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN MALLORCADIARIO.COM EL 19 DE JUNIO DE 2023.

Por Álvaro Delgado Truyols