El blog de Álvaro Delgado Truyols

Categoría: Política

¿Una Iglesia anticlerical?

El historiador español Manuel Álvarez Tardío, ya en solitario o con su colega Roberto Villa -con quien ha colaborado en alguna importante obra- está cambiando en los últimos años con sus monumentales trabajos la moderna historiografía española, en especial la relativa a la época de la Segunda República y la Guerra Civil. Su imponente estudio “1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular” ha supuesto un antes y un después -como reconoce el gran hispanista norteamericano Stanley Payne– en el examen profundo de las causas del deterioro del régimen republicano y del estallido de nuestra terrible contienda fratricida, acaecida hace casi 80 años.

El Ministerio de la Verdad

En su famosa novela “1984”, que describía una sociedad distópica ambientada en un Estado colectivista llamado Oceania, el periodista y escritor británico Eric Arthur Blair, más conocido por su seudónimo George Orwell, retrataba un régimen totalitario vigilado por un omnipresente Gran Hermano, en el que se hablaba una neolengua utilizada con fines controladores y represivos. En ese siniestro régimen, el poder político estaba repartido en cuatro grandes Ministerios: el del Amor, el de la Paz, el de la Abundancia y el de la Verdad. De forma irónica dichos departamentos, que carecían de Ministro a su frente, se dedicaban respectivamente a la tortura, a la guerra, al racionamiento de los alimentos y a la administración de las mentiras suministradas a los ciudadanos. Orwell, que había luchado como miliciano voluntario al servicio de la República en la Guerra Civil española -fue herido de un tiro en el cuello en Huesca, en una de batallas del frente de Aragón- se mostró luego en sus obras tremendamente crítico con el totalitarismo estalinista y su influencia en el bando republicano, especialmente en el Partido Comunista Español, desvelando las enormes mentiras que se usaban como propaganda para la manipulación informativa en el interior y en el exterior.

El respeto de un Estado hacia sus ciudadanos

He tenido ocasión de viajar recientemente a Nueva York, justo en las vísperas de la toma de posesión del nuevo Presidente norteamericano Donald Trump, personaje omnipresente en la ciudad, pues su apellido aparece en los rótulos de multitud de edificios a lo largo y ancho de Manhattan. Y una de las cosas que me había impuesto hacer, en un lugar que ofrece tantísimas alternativas, era visitar el Memorial y el Museo dedicados a las víctimas de los atentados de las torres gemelas, que fueron inaugurados por el Presidente Obama en mayo de 2.014.

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