No sé si se han dado ustedes cuenta de que en este país -y en esta Comunidad- todo tiene que estar al gusto de la izquierda. Hasta Francina declaró recientemente que estaba “asustada” por la forma discreta y poco pública en que se estaban fraguando los pactos de gobierno en Baleares -con intervención de algunos emisarios nacionales- entre los dirigentes de PP y Vox. Esas dos bandas clandestinas de facciosos e intolerantes que se atreven a pactar sin preguntarles cuáles son sus gustos a Armengol y sus secuaces.

También tiene que estar al gusto de la izquierda el contenido de los pactos de gobierno. No se les vaya a ocurrir a los partidos ganadores acordar cosas que prometieron a sus votantes mayoritarios, quienes se equivocaron rotundamente echando a la izquierda catalanista del poder. La cual, sin darse hasta ahora por aludida ni hacer la más mínima autocrítica pública, sigue empeñada en ser ella quien marque las líneas rojas que nunca debe traspasar el PP.

El tema de la lengua y la educación también debe quedar siempre al gusto de la izquierda y el catalanismo. ¿Cómo se les ocurre plantear en una parte de España la libre elección de lengua? Y ¿cómo puede proponerse que la elección de los padres vaya más allá de la primera enseñanza? A ver si estos fascistas y centralistas creen que pueden ganar las elecciones para hacer políticas diferentes a las que gustan a la izquierda.

Tampoco ha gustado a la izquierda la elección de Gabriel Le Senne como Presidente del Parlament balear. Gente que elevó al cargo, con un par de narices, a dos mastuerzos como Balti Picornell o Xelo Huertas hiperventila ahora pidiendo las sales porque ese sillón lo va a ocupar uno de los hombres más educados y mejor formados que han circulado por la política balear, cuya categoría quedó demostrada en su ejemplar primer discurso ante la Cámara. Tras difundir a los cuatro vientos -hasta Vicente Vallés en su normalmente bien trabajado telediario de Antena 3- algunos tuits sueltos publicados por el abogado mallorquín que le hacían parecer homófobo, negacionista y antivacunas (la triada del diablo para la dominante doctrina woke), nadie se molestó en explicar que uno de ellos era una respuesta irónica a una gansada previa de la ex concejal podemita de Palma Sonia Vivas, y otro un comentario sobre un artículo crítico con las vacunas del Covid publicado por el insigne premio Nobel francés Luc Montagnier, descubridor del virus del Sida.

Tampoco ha gustado a la izquierda balear la elección de Joan Pons Torres como nuevo Conseller de Cultura, Patrimonio, Educación, Juventud y Deportes del Consell de Menorca. Joven y brillante historiador, tipo valiente y con ideas claras, liberal y firme defensor (con abundantes argumentos) de la lengua menorquina, columnista punzante en medios de comunicación, ex director de Sa Fundació y activo colaborador de Sociedad Civil Balear desde su aparición en las Islas Baleares, ya pueden ustedes comprobar cómo su bizarra personalidad encaja con dificultad en el aborregamiento lanar que la izquierda y el catalanismo se atreven a exigir hasta de sus oponentes.

Tampoco gustará a la izquierda si el nuevo Govern afronta exitosamente los múltiples asuntos que ellos no supieron gestionar. La inacción absoluta en materia de vivienda, su desastrosa y caótica política de movilidad, su torpeza infinita prohibiendo mil cosas en lugar de trabajar regulaciones inteligentes, la incapacidad de la mayoría de sus dirigentes para gestionar con eficacia ni un quiosco de la ONCE, y el misterioso destino de una recaudación tributaria quintuplicada en ocho años van a quedar en evidencia pronto con su sustitución por gente bastante memos ideologizada y considerablemente más competente. Y la vergüenza de verse superados la combatirán, como siempre, con los típicos mantras defensivos de los “ataques a nuestra lengua y nuestra cultura”, la “especulación inmobiliaria” o la “depredación del territorio”. Sus permanentes excusas y latiguillos falsos aburren hasta a las ovejas.

Alguien debería explicar a la izquierda catalanista que ha perdido las elecciones. Y que sólo el Partido Popular ha sacado más escaños autonómicos que todos ellos juntos. Y, además, está Vox. Por ello, aplicando respetuosamente un sano principio de alternancia, el mismo que en 2015 utilizaron muy a gusto en su favor, hoy sus intentos de asustar a la gente, sus aspavientos para demonizar a la “ultraderecha”, sus proyectos de “cordones sanitarios” o sus amenazas con nuevas “mareas verdes” se los pueden meter en el cubo (de la playa).

Mucha gente se ha hartado de su implacable sectarismo, su exacerbada ideologización, su constante adoctrinamiento encubierto bajo la sagrada capa de la lengua y sus historias maniqueas, y acaba de votar mayoritariamente cambio. Ahora les toca aguantarse y dejar que los rivales hagan su trabajo. Que se tomen con paciencia esta amarga cucharada de jarabe democrático.

PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN MALLORCADIARIO.COM EL 03 DE JULIO DE 2023.

Por Álvaro Delgado Truyols