La reciente presentación en Palma de la Pride Week o Semana del Orgullo resultó ser un auténtico fiasco. Y no por culpa de sus protagonistas, que ninguna culpa tuvieron en el despropósito vivido en el acto inaugural, sino de la organizadora principal del evento, una ciudadana alemana llamada Kristin Hansen, que pronunció un sonoro discurso que nos dejó un reguero de perlas muy destacadas, ante la perplejidad de sus espectadores.

Ya el asunto prometía por la implicación que en él había tenido la peculiar concejal municipal de Podemos Sonia Vivas, cuya extraña habilidad política le hace convertir en polémico y gafar todo lo que toca. Por eso Alberto Jarabo, el líder de su formación, intentó por todos los medios boicotear esa celebración, financiada con dinero de todos los palmesanos.

La primera perla de la genial Hansen, que no fue para nada un lapsus provocado por el idioma -como luego quisieron argumentar- (su discurso fue pródigo en involuntarias cargas de profundidad para el partido de la concejal patrocinadora), fue una muy desafortunada referencia a su voluntad de visibilizar a las lesbianas que parecía sacada de una actuación de Agustín el Casta: “a las celebraciones hasta vendrá gente del campo, que probablemente nunca haya visto a una lesbiana, y se dará cuenta de que somos personas normales”.

Aunque alguien debería explicarle a Hansen que “a 15 kilómetros de Palma” no viven comunidades Amish como la de la película “Único testigo” protagonizada por Harrison Ford y Kelly McGillis, sino gente parecida a los habitantes de la capital -entre ellos, muchos compatriotas suyos-, esa no fue -ni de lejos- la más jugosa de sus perlas. Aunque sí la más comentada en la calle, y la que más revuelo ha generado en medios y redes sociales.

Las otras perlas que la inspirada alemana fue soltando han causado aún más sorda indignación ya que, disipado el humo de la primera gran metedura de pata, ponían de relieve la escasa coincidencia de lo recientemente manifestado por nuestros gobernantes nacionalistas y de izquierdas con los propios objetivos de la Pride Week.

Una de esas perlas fue que la Semana del Orgullo atraería mucho más turismo y, en especial, un turismo de calidad. Sin caer en la cuenta de que alentar un incremento del turismo en las narices de Podemos y de Més, y además bajo patrocinio de sus departamentos, es como mentar la soga en casa del ahorcado.

Y la siguiente fue aún más espectacular. Sólo escasos días después de que la portavoz de Podemos Mallorca Aurora Ribot expusiera una batería de propuestas de su partido en materia de vivienda, entre las que se encontraba restringir la compra de viviendas a quien no llevara un mínimo de dos años empadronado en Baleares, a Kristin Hansen -en un acto organizado por Podemos– se le ocurre decir que la Pride Week atraerá también a muchos compradores de viviendas en las islas, en general de gran poder adquisitivo.

Con esta última manifestación se desataron ya todos los demonios, y no porque se tratara de sucesivos lapsus verbales de la deslenguada organizadora de la Pride, que bastantes cosas dijo -y muy claritas- en una lengua que no es la suya, sino por la enorme diferencia de mentalidad que sus declaraciones ponen de manifiesto respecto de la peculiar parroquia local.

Parece muy evidente que una parte de Podemos, representada por Sonia Vivas, quiso utilizar la Semana del Orgullo para sus fines de promoción electoral entre el público homosexual. Hasta aquí nada que añadir, pues resulta lo habitual en el juego de nuestros políticos, siempre disparando con la pólvora del Rey que representan los dineros públicos para hacer electoralismo de manual. Pero, como algo debía ya maliciarse Alberto Jarabo cuando se enfrentó por este tema con su correligionaria Vivas, la cosa salió fatal.

Y es que resulta muy difícil hacer entender a una alemana que los ciudadanos de una tierra que vive del turismo no quieren que venga turismo. Y tampoco compradores de viviendas, aunque sean educados, respetuosos, gay o lesbian friendly y de alto poder adquisitivo. Más bien es que les odian, y les meterían a todos en un barco de rejilla. No por homosexuales, que aquí también los tenemos -y de todos los colores- sino por forasters. Aunque todo resulte manifiestamente contrario a la normativa de la Unión Europea, que promueve la libre circulación de personas y capitales dentro de los límites de sus Estados miembros. Cosa que para los alemanes es algo sagrado.

Este es el gran problema de utilizar a alguien homosexual para hacerte promoción y que la lesbiana te salga rana. Y no porque Hansen haya resultado un poco bocazas. Es que, aparte de reunir a muchos homosexuales, los objetivos de la Pride Week poco tienen que ver con los de Més y Podemos.

PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN OKBALEARES EL 14 DE JUNIO DE 2022.

Por Álvaro Delgado Truyols