En el culebrón de sentimientos desatados que constituye la política actual, encontrar un deleitoso oasis en el que prevalece la razón supone un alivio indescriptible. Y cuando, frente a propagandistas esclavos de la estrategia y ayunos de convicciones, alguien defiende abiertamente las ideas, la coherencia y la ilustración, muchas personas medianamente formadas experimentamos una intensa emoción. A la legión de descreídos de la política que nuestro mejorable sistema de partidos ha ido alumbrando en los últimos tiempos ese oasis nos devuelve a la vida, con independencia de matices, afinidades personales y la concreta posición ideológica que cada uno guste de ocupar.

Podrán estar ustedes más o menos de acuerdo con Cayetana Álvarez de Toledo, que presentó el lunes en Palma su excelente libro “Políticamente indeseable”, o considerar que su perfil personal resulta o no adecuado para el desempeño de determinados cargos políticos. Ya saben que para gustos existen colores, y que poner de acuerdo a dos españoles consiste -habitualmente- en una tarea titánica. Pero no reconocer a esta mujer su valentía, su apabullante cultura, su maravilloso dominio del castellano y su extraordinaria dignidad personal, intelectual y discursiva es vivir enajenado por alguna clase perversa de fanatismo o rencor incurables.

En el multitudinario acto de presentación de su libro en el Meliá Victoria de Palma -hubo lugares que se negaron a acogerla- tuve ocasión de preguntar a Cayetana por qué había decidido, ya de adulta, adoptar la nacionalidad española, teniendo a su disposición una interesante oferta de nacionalidades dada su cosmopolita procedencia familiar. Y la respuesta estuvo a su excelso nivel: “para refutar esa corriente que dice que español es sólo quien no puede ser otra cosa”. Explicó, además, que en sus años de estudio quedó fascinada por la -pionera en el mundo- defensa de los derechos humanos de los pueblos indígenas en el siglo XVII español (su especialidad como historiadora), por la lucha contra al absolutismo manifestada en la Constitución de Cádiz de 1812, y por la ejemplaridad de la España constitucional del 78, considerando que todas las grandes naciones tienen claroscuros, pero la nuestra exhibe algunos claros extraordinarios. Por ello, su opción por la españolidad no fue heredada, como la de la inmensa mayoría de nosotros, sino elegida voluntariamente siendo ya mayor de edad.

La reciente crisis del Partido Popular ocupó buena parte de su intervención, exquisitamente introducida por ese lujo intelectual y personal que para los ciudadanos baleares (y no va con segundas) ha sido siempre el elegante Xavier Pericay. Y la verdad es que su libro ha resultado premonitorio, describiendo con minuciosidad los bandazos y debilidades de Pablo Casado, y las oscuras maniobras de Teodoro García Egea, pocos meses antes de ser contundentemente defenestrados por los órganos de su partido.

No faltó una referencia a su maestro Sir John H. Elliott, extraordinario historiador especialista en el Imperio Español de América, fallecido hace escasas fechas en Oxford, del que había escrito unos días atrás que “nadie hizo más que él para sacar a España de la doble cueva del chovinismo y la autoflagelación”. Interesante resultó la alusión a las veleidades catalanistas de Elliott, producto de su juvenil llegada a España en el verano de 1950, de su aprendizaje en Barcelona con el maestro Jaume Vicens Vives y de sus simpatías por su tierra de acogida (hablaba catalán con fluidez), que el maestro siempre supo manejar con racionalidad y mesura, no soportando jamás el victimismo ni la manipulación típicas del nacionalismo catalán.

Cayetana ha escrito de sí misma -cosa que recordó Pericay con ironía- que es “antipática”, de “mal carácter” o “poco dotada para dirigir equipos”. Pero, para calibrar adecuadamente su categoría personal e intelectual, no sé si ustedes imaginarían a tipos tan modestos como Pedro Sánchez o Pablo Iglesias escribiendo algo parecido sobre sus excelsas y humildes personas. Y ella lo ha escrito, para que lo lean todos los españoles, aunque no pienso que resulte ser exactamente así. A veces la timidez, la autodefensa o la fragilidad envuelven con falsos ropajes personalidades sensibles, retraídas o vulnerables, a pesar de su aparente fortaleza y contundencia exteriores.

En definitiva, sea lo que fuere, que se convierte en el trato cercano en una elegancia y amabilidad exquisitas, eso no resta un ápice de la solidez de sus convicciones y de la contundencia de su mensaje. Como la Asociación que ella fundó, no existe mejor representante en la política española de un mundo de ciudadanos “libres e iguales”.

Reunir en Palma -un lunes de marzo- a más 400 personas, mientras se juega en Son Moix el Mallorca-Real Madrid, no es algo para ser despreciado. Lo digo con retintín por todos esos políticos ausentes. Tal vez la vida y la política no puedan estar demasiado llenas de mujeres como Cayetana. Pero no imaginan ustedes la falta que nos hacen.

PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN OKBALEARES EL 16 DE MARZO DE 2022.

Por Álvaro Delgado Truyols