Todos conocemos la codicia y la desvergüenza características de la derecha española, que suele destinar los réditos de su apestosa corrupción política a comprar áticos carísimos y a depositar cantidades en Suiza. Ello contrasta con la generosidad histórica de nuestra izquierda nacional, siempre presta a auxiliar a los sectores desfavorecidos dedicando los fondos opacos de sus variados trapicheos políticos a una ingente labor social: mantener a flote -en las más duras épocas de crisis y pandemia- un sinfín de marisquerías, puticlubs y traficantes de droga. Su solidaria filosofía de vida se resume en que a los amigos que sueltan pasta nunca les falte de nada. Que se note por todo lo alto que se relacionan con gente de izquierdas.

Conocimos hace unos meses el escándalo de los ERE de Andalucía, el mayor caso de corrupción política jamás juzgado en el ámbito nacional (854 millones de euros de dinero público defraudados durante décadas), donde estaba muy presente el habitual dispendio socialista en putas, mariscadas y cocaína. Famoso fue el inicio de su triunfante campaña electoral por parte de Juan Manuel Moreno Bonilla -actual Presidente de la Junta de Andalucía (PP)- a las puertas de Don Angelo, mítico puticlub sevillano donde las hordas socialistas realizaron durante años un esforzado trabajo solidario: tras ponerse como boas devorando productos del mar, financiaban narices empolvadas y cabalgadas desbocadas con el dinero de todos los andaluces.

Y ahora, en vísperas electorales, acaba de aparecer el “Tito Berni”, nuevo caso de corrupción en el que no falta ningún ingrediente de las clásicas películas de Torrente. Se trata de un diputado socialista por Canarias, llamado Juan Bernardo Fuentes Curbelo que, compinchado con algunos parientes y un General de la Guardia Civil, organizaba visitas guiadas a empresarios de las Islas Afortunadas que querían obtener de políticos nacionales alguna prebenda oficial. Las visitas, previo pago en efectivo de un mínimo de cinco mil euros cada mes, incluían recepción en el Congreso de los Diputados, visita a la Dirección General de la Guardia Civil, hotel en el centro de Madrid, restaurante de lujo junto a la Puerta de Alcalá, chicas alegres a elegir (sin límite cuantitativo) y cocaína para engrasar las tuberías. Todo absolutamente progresista, feminista, inclusivo y solidario.

El tema presenta, además del escándalo en sí mismo, algunos agravantes ciertamente chuscos. El primero, que la historia se consumó en el año 2020, durante los confinamientos por la pandemia. Mientras los españoles vivíamos enclaustrados, nuestros próceres socialistas levantaban sin restricciones algunos sectores de la economía española en su parte más sumergida. El segundo, que el propio “Berni” se había pronunciado en la tribuna del Congreso, siguiendo la senda de otros miembros de su partido y sus aliados de Podemos, como uno de los principales adalides en la lucha contra la prostitución. Y el tercero, que al menos quince diputados socialistas (una cuarta parte de los varones del grupo parlamentario, ya llamados “diputeros”) disfrutó de las juergas del “Tito Berni” y sus cachondos amigos.

Mientras tanto Ferrovial, una de las principales empresas españolas, ha decidido trasladar su sede social a los Países Bajos huyendo de la inseguridad jurídica y el expolio tributario al que somete a empresarios y autónomos el actual Gobierno de España, lacras que venimos denunciando sistemáticamente desde hace años en estos artículos. Se ve que Sánchez y Calviño no consideran a las empresas de infraestructuras tan estratégicas para el interés nacional como los putiferios, las marisquerías o los trapicheos de algunos camellos.

Recuerden que la moción de censura liderada por Pedro Sánchez para echar del Gobierno a Mariano Rajoy tenía como excusa medular “la lucha contra la corrupción del PP”. La variopinta izquierda española, tan aficionada a retorcer las palabras y a vendernos su relato, ya está tardando en manipular la inversión en cigalas, meretrices y farlopa como hicieron con el delito de malversación, distinguiendo entre una “malversación buena” (el que roba para el partido o las campañas electorales) de una “malversación mala” (el que roba para sí). Ahora habrá que matizar las “corrupciones buenas” (destinadas a financiar juergas desfasadas) de las “corrupciones malas” (pasta en Suiza y casoplones). Sólo existe un pequeño inconveniente. A los de Podemos también les fascinan éstos últimos.

No se confundan ustedes como hacen habitualmente al hablar de los parados. O del PP, que todos sabemos que es el partido de la corrupción. Los socialistas españoles nunca han sido gente corrupta. Son, sencillamente, honrados discontinuos. A ver si empezamos a entender el neolenguaje postmoderno de la izquierda nacional. Los bogavantes que trituran, las cosechas que trasiegan, las rayas que se ventilan y las lumis que cabalgan siempre responden a una intención altruista. Todo se hace por igualdad, progresismo e interés social. Son las ventajas inherentes a vivir en el siglo XXI aun subyugados por Franco y a su indiscutible superioridad moral.

PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN MALLORCADIARIO.COM EL 06 DE MARZO DE 2023.

Por Álvaro Delgado Truyols