El pasado 26 agosto El País titulaba a bombo y platillo que “Sánchez entra en campaña con 30 actos hasta final de año para recuperar el contacto directo con la calle y desenmascarar a Feijóo”. La noticia añadía a continuación que “Ministros y cargos del PSOE se multiplicarán con cientos de eventos en los que reivindicarán la gestión de la pandemia y los efectos de la guerra de Ucrania, en el arranque de un curso electoral con autonómicas, municipales y generales”. Y remataba diciendo: “el Presidente va a salir de las paredes habituales de La Moncloa y de su perfil meramente institucional para tener una relación directa y sin intermediarios con los ciudadanos”.

La campaña “Piel con piel” del “Gobierno de la gente”, así llamada y aprobada por la ejecutiva federal socialista, arrancó a primeros de septiembre en Sevilla, donde Moncloa había elegido para su estreno una comunidad de vecinos afín al PSOE. Pese a que la organización del acto había designado minuciosamente a las personas que podían formular preguntas al Presidente, no pudieron evitar el enorme abucheo público que recibió Pedro Sánchez a su llegada.

El segundo acto programado para esa triunfal campaña epidérmica se celebró en Toledo. Pero allí, visto el fracaso cosechado en Sevilla y las perspectivas de nuevos abucheos que comunicaron las autoridades socialistas locales, la organización suprimió de entrada el paseo por la ciudad y las preguntas que afiliados y militantes podían realizar al Presidente. La orden de esa supresión llegó de Ferraz poco antes de celebrarse el acto.

Desde entonces ya no ha habido más “piel”. La idílica relación “directa y sin intermediarios” de Sánchez con los ciudadanos, que como hemos visto nunca fue tal, ha pasado fulminantemente a la historia. A mes y medio del anuncio estelar de tan singular campaña, el empalagoso “piel con piel” ha derivado en un aislamiento impenetrable. Hoy un faraónico equipo de protección trata de aislar al Presidente de cualquier contacto espontáneo con la calle.

Una tercera escenificación pública del desapego del pueblo español hacia Pedro Sánchez se produjo en el desfile de las Fuerzas Armadas celebrado con ocasión de la Fiesta de la Hispanidad. La interminable comitiva rodada que transportaba al Presidente, ante los abucheos generalizados anunciados por su dispositivo de seguridad, hizo esperar varios minutos al Rey Felipe VI antes de empezar la parada militar.

Se trataba de disimular en lo posible la llegada de Sánchez y de minimizar los efectos sonoros de su breve trayecto peatonal hasta la zona presidencial, simultaneando su llegada con la de Su Majestad y evitando anunciar su presencia por megafonía. Poco importó la lamentable falta protocolaria de hacer esperar al Jefe del Estado, pues se trataba de impedir a toda costa que los millones de telespectadores que contemplaban el desfile escucharan semejante demostración de desaprobación general.

La guinda de la jornada televisiva la pusieron los comentaristas de TVE, atribuyendo los abucheos del público presente a que “se trata de un Presidente socialista”. Pese a los esfuerzos de los locutores de la televisión pública para transmitir cierta normalidad evitando incurrir en problemas laborales, sus inciertos comentarios merecen ser debidamente matizados. Primero, porque la mayoría de mandatarios socialistas no suele recibir abucheos públicos. Como Felipe González, Joaquín Leguina o Tierno Galván en Madrid, o los Presidentes de Castilla-La Mancha Emiliano García Page y de Extremadura Guillermo Fernández Vara. O Francina Armengol y Francesc Antich en Baleares. Y segundo, porque resulta bastante chocante la incapacidad manifiesta de Sánchez para soportar las normales críticas parlamentarias o los frecuentes abucheos callejeros. Cosas que su antecesor socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, encajaba con mejor talante y bastante mayor deportividad.

La ausencia total de empatía que caracteriza a Pedro Sánchez, unida a la exagerada tensión de sus mandíbulas cuando algo le está contrariando, conforma una figura pública que repulsa el favor popular. La actitud habitual del Presidente evidencia no poder aguantar la crítica, algo que debería entender incluido en el salario que le pagamos los españoles, que -en época de crisis mundial- se acaba de subir casi un cinco por ciento.

Sorprende que los asesores de Presidencia pretendan solucionar su impopularidad programando atracones de narcisismo. Cometen el error habitual de sobrevalorar la calidad del producto pensando que sólo necesita mejorar su comunicación. Haciendo oídos sordos a la sonora evidencia de que el tipo resulta antipático, decidieron pasearlo por las calles y filmar una serie hagiográfica sobre sus quehaceres en Moncloa, presionando -además- para colocarla en las muy reacias productoras televisivas. Inventos que incrementarán seguro su notorio rechazo popular, aparte de regalarnos memes impagables para amenizar las próximas elecciones. Veremos cuántos candidatos socialistas aceptarán la presencia de Sánchez en sus venideros actos electorales.

Resumiendo, nuestro cacareado “Gobierno de la gente” no soporta la cercanía de la gente. Curiosas paradojas del progresismo contemporáneo.

PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN MALLORCADIARIO.COM EL 17 DE OCTUBRE DE 2022.

Por Álvaro Delgado Truyols