La izquierda del siglo XXI se ha apropiado para sí, entre otros movimientos identitarios, de la bandera del feminismo. Recuerden cómo insultaron y expulsaron a Begoña Villacís -y a otras militantes de Ciudadanos– de la famosa manifestación del 8-M en Madrid, pocos días antes del estallido de la pandemia. Pretenden que la defensa de las mujeres sea asunto exclusivo de socialistas, comunistas y separatistas, colocando a todos los demás en un extraño limbo -supuestamente machista- que no resulta fácil de explicar. Aunque luego, rascando un poco, cualquiera se apercibe de que esa pasión exclusivista existe sólo de cara a la galería. Porque, escondidas en sus catacumbas, muchas Administraciones gobernadas por coaliciones de izquierdas guardan conductas difícilmente justificables.

En un gran artículo titulado “Unidas sumisas”, Maite Rico criticaba hace unos días el comentario de Pablo Iglesias sobre su elección de Yolanda Díaz como sucesora en la Vicepresidencia del Gobierno y al frente de Unidas Podemos, diciendo “no tengo claro que fuera lo correcto”. Para la mordaz ex subdirectora de El País, el alicaído Iglesias no pierde oportunidad de mostrar su fatuidad y su machismo, ante el clamoroso silencio con el que sus correligionarias de Podemos acogen sus alardes heteropatriarcales. Y tampoco se queda a la zaga su pareja Irene Montero, pomposa Ministra de Igualdad, que ya va por la segunda niñera imputada por malversación (primero Elena González, y ahora Gara Santana), al tenerlas cobrando sueldos públicos como funcionarias o escoltas de su Ministerio mientras las dedica en su casa a tareas del hogar.

Día tras día -y muy a su pesar- vamos también conociendo novedades del caso que afecta a la Vicepresidenta y Consejera de Igualdad y Políticas Inclusivas de la Generalitat Valenciana Mónica Oltra. Resulta que un tal Luis Ramírez Icardi, educador -y entonces marido de la política de Compromís-, abusó sexualmente de una chica de 14 años en un centro de menores que dependía de la propia Vicepresidenta. Y toda la maquinaria administrativa se dispuso a ocultar el caso, hasta el punto de que el Juez instructor de la posterior denuncia penal, Vicente Ríos, ha manifestado su sorpresa porque nadie hiciera nada sobre el asunto, aunque consta la apertura de un expediente administrativo (la niña lo denunció en 2017, e incluso fue explorada por una psicóloga de la Conselleria) y también unas diligencias informativas de la Fiscalía de Menores. En cualquier caso Oltra, cuya cabeza huele a banquillo, se niega a dimitir de sus cargos sintiéndose víctima de una “persecución política”, de la que acusa -entre otros- al ex político del PP Francisco Camps. Como si el verdadero problema fuera el dedo de la denuncia y no la luna de los abusos.

En las Islas Baleares hemos vivido, esta última semana, la comparecencia de una delegación del Parlamento Europeo para investigar abusos sexuales a menores tuteladas por el IMAS (Instituto Mallorquín de Asuntos Sociales), dependiente del Consell de Mallorca -gobernado por el Pacte de Progrés-, ante las reticencias de las Administraciones baleares a investigar un caso escandaloso que ya colea desde hace varios años. Tanto la Comunidad Autónoma de Francina Armengol como el Consell insular que preside Catalina Cladera llevan tiempo resistiéndose a crear una verdadera comisión de investigación, y han llegado a acusar a la delegación europea de “estar politizada”, en palabras de la portavoz socialista del Govern balear, la ibicenca Pilar Costa.

La verdadera medida de la sinceridad de una causa -y de la honestidad y el compromiso en la defensa de una bandera- está en la reacción efectiva ante cualquier abuso o vulneración de la Ley de quienes se llenan la boca con tanta palabrería. La defensa de los derechos de las mujeres, y más aún si son menores y se encuentran tuteladas por las Administraciones públicas, no debería revestir color político. El que la haga que la pague, con todas las consecuencias, sea quien sea y tenga la ideología que tenga. Pero, en los últimos tiempos, podemos comprobar que para la izquierda eso no funciona así. Todos los casos anteriores demuestran que su tan cacareado feminismo, que si fuera sincero resultaría absolutamente loable, acaba siendo sólo de opereta, y que pasar de las musas al teatro les resulta imposible cuando los infractores son personas ideológicamente afines.

Compromís, el partido político de la atribulada Mónica Oltra -una de las socias de la ilusionante nueva plataforma política formada con Yolanda Díaz y Ada Colau (menudas tres patas para un banco, dos de las cuales llevan ya camino del banquillo judicial)- preside un Gobierno municipal que alardea de su progresismo, y cuyo primer punto del llamado “Acuerdo del Rialto” (el pacto de gobierno del PSPV y Compromís para el Ayuntamiento de Valencia) fue, literalmente, conseguir “Una ciudad feminista”.

Yolanda, Irene, Ada, Mónica, Francina, Catalina, Pilar, deberían ustedes pensar que las mujeres no se merecen esto.

PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN MALLORCADIARIO.COM EL 18 DE EBRIL DE 2022.

Por Álvaro Delgado Truyols