El salto con pértiga constituye una de las disciplinas más complicadas del apasionante mundo del atletismo. Que ha generado históricamente, tal vez como respuesta del género humano a su reconocida dificultad, grandes talentos que marcaron época en el dominio de la disciplina. Desde el archiconocido saltador ucraniano Serguéi Bubka hasta la actual revelación mundial, el sueco Armand Duplantis, la prueba ha estado dominada de forma avasalladora por alguien que ha arrasado a sus rivales, y al que todos los demás competidores suelen mirar desde atrás.

En España hemos descubierto, en los últimos años, a un sorprendente pertiguista de la política. Se llama Pedro Sánchez, y no tiene nada que envidiar a los dos espectaculares saltadores anteriores. La única diferencia notable es que su peculiar salto con pértiga tiene una concreta especialidad. A él le gusta saltarse las normas que le impone la Constitución Española, ese instrumento que todos los ciudadanos aprobamos -por una abrumadora mayoría- para organizar nuestra convivencia y un adecuado funcionamiento de nuestras instituciones. La misma Constitución que prometió solemnemente ante el Rey respetar y hacer cumplir el día que juró su cargo como Presidente del Gobierno. Aunque hubiera sido mucha casualidad que -justo ese día- le hubiera dado por decir la verdad.

El Tribunal Constitucional, que no suele ser un dechado de rapidez ni de eficacia jurídica en sus siempre retardadas sentencias, y pese a las múltiples presiones y amenazas internas de Magistrados afines al actual Gobierno como el infame Conde-Pumpido, ha declarado inconstitucionales al amigo Sánchez una serie reiterada de normas de gran importancia: empezó declarando contrario a la Constitución el Decreto-Ley con el que había nombrado a Rosa María Mateo como Presidenta provisional de RTVE; a continuación tumbó también el Decreto que permitió la entrada del ex Vicepresidente Pablo Iglesias en la comisión que supervisa el trabajo del CNI; luego declaró inconstitucional el Real Decreto que declaraba el primer estado de alarma a consecuencia de la pandemia del Covid-19; recientemente acaba de declarar contraria a nuestra Constitución la suspensión de la actividad parlamentaria desde el 19 de marzo de 2020, también como consecuencia de la pandemia y del estado de alarma; y se anuncia, también en breve plazo, la probable declaración de inconstitucionalidad de la forma en que se instrumentó el segundo estado de alarma decretado por el Gobierno. Un pleno al quince difícil de superar.

Todo ello no puede resultar casual, ni explicarse -como intentan algunos- como consecuencia de precipitaciones, urgencias, necesidades perentorias por la pandemia o accidentes imprevistos. Ello podría suceder con un Decreto, o a lo sumo con dos, pero nunca justificar tan llamativa concatenación de ilegalidades procedentes de un mismo Gobierno democrático. Esta situación tan anómala revela una actitud premeditada -de la que el engreído Sánchez es el máximo exponente conocido hasta hoy en nuestra democracia- y un empeño clamoroso en gobernar al margen del control que ejercen sobre el Gobierno las restantes instituciones del Estado. Aunque suponga llevarse por delante los derechos fundamentales que nuestra Constitución nos reconoce a todos los ciudadanos.

Dos cosas más llaman aquí poderosamente la atención. La primera, la enorme tibieza de la mayoría de partidos presuntamente constitucionales en la propia defensa de la Constitución. Todos se pusieron de costado ante las trapacerías del Gobierno de Sánchez, tal vez por miedo a la batería mediática que hoy en España lanza misiles con la etiqueta de “fachas” a quienes discrepen legítimamente del poder. Y la segunda, que ha sido el partido supuestamente de la “ultraderecha,” y que muchos quieren colocar -de forma voluntarista- al margen del sistema constitucional, el que ha defendido hasta el final los derechos fundamentales de todos los españoles. Porque ha sido precisamente Vox quien ha interpuesto todos esos recursos que el Tribunal Constitucional ha ido estimando en sus principales razonamientos jurídicos.

Una mención final debo hacer también, como hombre del Derecho y por estricto sentido de la Justicia, a la actuación de dos mujeres de un excelso nivel intelectual. Una fue Cayetana Álvarez de Toledo, que siendo portavoz del PP en el Congreso de los Diputados fue la única que advirtió -desde la oposición parlamentaria- de la violación sistemática de derechos fundamentales que estaba desarrollando el Gobierno de Sánchez con sus arbitrarias medidas adoptadas a consecuencia de la pandemia. Y la otra es Macarena Olona, joven pero experimentada jurista -que constituye una cabeza jurídica sin igual en el muy mediocre nivel del Parlamento español- que ha sido artífice de todos los exitosos recursos anteriores. Ya destacó sobremanera cuando ejercía como Abogada del Estado destinada en el País Vasco -recibió el Premio Hay Derecho por su meritoria lucha contra la corrupción del Gobierno autonómico en varios asuntos portuarios- y se está consolidando como una parlamentaria eficaz, contundente y gran defensora de la legalidad vigente y de nuestro baqueteado Estado de Derecho.

No se dejen ustedes engañar, cuando se informen sobre todos estos temas, por las maniobras de distracción y la abundante tinta de calamar derramada por el pertiguista Sánchez y su bien regada corte mediática. Que si hay una mayoría de Magistrados conservadores, que si se trata de decisiones muy ajustadas en el Tribunal Constitucional, que si fulanito o menganito han firmado votos particulares… Si uno contempla el panorama nacional con las luces largas, lo que está haciendo el Gobierno actual con el ordenamiento jurídico español es realmente impresentable. Resulta algo bien conocido que todos los Gobiernos tienden al autoritarismo, y que aspiran a evitar los controles y a no tener que dar demasiadas explicaciones. Pero lo que está maniobrando Sánchez para mantenerse en el poder -en el fondo le importa un bledo el contenido de sus propias normas- traspasa cualquier triquiñuela legal que hayamos visto nunca en Gobiernos anteriores.

El salto con pértiga resulta un entretenimiento apasionante para disfrutarlo en unos Juegos Olímpicos, o en los momentos finales de un disputado campeonato del Mundo. Pero cuando un sinvergüenza sideral pretende practicarlo con sus derechos fundamentales, les ruego que se lo tomen en serio. De esta forma tan inocente comenzaron muchos tiranos.

PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN OK DIARIO, EDICION NACIONAL, EL 10 DE OCTUBRE DE 2021.

Por Álvaro Delgado Truyols