Madeleine Albright, embajadora en Naciones Unidas y secretaria de Estado de los Estados Unidos bajo la presidencia de Bill Clinton, fue la primera mujer en dirigir la diplomacia de la mayor potencia mundial. Nacida en Praga, en el seno de una familia judía checoslovaca, tuvo que emigrar al Reino Unido huyendo de Hitler y luego a Estados Unidos huyendo de Stalin, tras haber retornado su familia unos años a su ciudad natal. Allí, en la tierra de la libertad, consiguió doctorarse en Columbia y, tras llamar la atención de un alto cargo del Gobierno (aparte de su brillantez intelectual y de su militancia feminista, hablaba inglés, checo, ruso, francés y polaco), prestó excelentes servicios durante toda su larga vida a la Administración demócrata norteamericana.

Uno de los principales empeños de Albright y de su jefe Clinton fue conseguir la paz en Oriente Medio, a la que dedicaron largos años y esfuerzos, que culminaron en el año 2000 en la Cumbre de Paz de Camp David, reuniendo al primer ministro israelí Ehud Barak y al presidente de la Autoridad palestina Yasser Arafat. Pese a la buena sintonía y a los años de pacientes negociaciones, al final no fueron capaces de alcanzar una solución definitiva al problema palestino, habiendo manifestado tanto Clinton como Albright que era uno de los temas más complejos con los que habían tenido que lidiar durante su larga trayectoria política.

Tras décadas de intentos infructuosos, pues los primeros que dificultaron el reconocimiento de un Estado palestino fueron el resto de países árabes, aparece en la primavera de 2024 un aventurero llamado Pedro Sánchez Pérez-Castejón y se monta una gira mundial en Falcon para resolver él solito el problema de Palestina. Agobiado por el acoso mediático generado por el caso Ábalos y los trapicheos de su mujer, zarandeado por los desplantes de Puigdemont y sus socios de gobierno, y envalentonado por su narcisismo patológico, su inconsciente mediocridad y su ausencia de escrúpulos morales, Sánchez, al que en el fondo le da igual Palestina que Teruel, se ha lanzado a la aventura sin encontrar cómplices internacionales que le sigan el rollo, pues todos demandan el lógico consenso europeo o mundial. Y nuestro valiente estadista va a quedarse colgado de esa brocha internacional a la que él solito se agarró huyendo de desastres domésticos.

Si su pretensión de reconocimiento inmediato de un Estado palestino fuera realmente seria, nos la habría expuesto a todos con detalle y concreción: a quién va a reconocer como interlocutor del Estado palestino, qué Autoridad va a ser la que lo gobierne, qué fronteras exactas va a tener ese nuevo Estado, dónde va a estar reconocida su capital, cuáles van a ser sus recursos económicos, quién va a canalizar las ayudas internacionales… ¿Saben ustedes algo de todo ello? No lo ha pensado ni él.

Un frívolo irresponsable como Sánchez sueña con convertirse en estadista mundial y ganarse cómodamente la vida como su referente Zapatero. ¿Qué pensaría la esforzada Madeleine Albright de estos dos intrépidos aventureros?

PUBLICADO EN MALLORCADIARIO.COM EL 22 DE ABRIL DE 2024.

Por Álvaro Delgado Truyols