“Esta moción de censura es consecuencia de hechos gravísimos que, de forma reiterada en el tiempo, han ido sacudiendo a la opinión pública a golpe de imágenes que provocan bochorno, incredulidad e indignación”.

“Están normalizando la corrupción. Están diciendo a los españoles que deben mirar para otro lado de esta enfermedad crónica”.

“Dimita Señor Rajoy. La sentencia de la Audiencia Nacional exige su dimisión inmediata. Su sola permanencia en el cargo debilita la democracia. Dimita y esta moción de censura habrá terminado, aquí y ahora”.

“La cuestión es si usted va a asumir sus responsabilidades y si va a dimitir. La cuestión es si esta democracia se puede permitir el lujo de estar dos años más encadenada a la corrupción del PP. Yo creo que no”.

    “Una vez conocida la sentencia del caso Gürtel ya no hay suposiciones sino certezas. Gürtel era el PP, y el PP era Gürtel”.

Estas sonoras frases fueron pronunciadas en el Congreso de los Diputados, el 1 de junio de 2018, por Pedro Sánchez y José Luis Ábalos al presentar la moción de censura contra Mariano Rajoy. Las reiteradas alusiones a la “sentencia” hacían referencia a la condena que la Audiencia Nacional había dictado en mayo de 2018 contra los encausados por la primera época de la trama “Gürtel”, en cuyo texto el juez José Ricardo de Prada -íntimo amigo de Baltasar Garzón y de su pareja Dolores Delgado– introdujo varias afirmaciones sobre la corrupción del PP y la existencia de una “caja B” en el partido que luego fueron declaradas inapropiadas por el Tribunal Supremo.

Para que tengan la perspectiva adecuada, sepan que el importe del dinero público defraudado en “Gürtel” fue de 245.000 euros, y que la alusión en la sentencia a la corrupción sistémica del PP fue una morcilla introducida por el juez amigo para facilitar el pretexto de lucha contra la corrupción del PP que dio lugar a la moción de censura (alusión dos años más tarde descalificada por el propio Tribunal Supremo). Ello desencadenó el cambio de Gobierno que todos conocemos y que Pedro Sánchez, en pago de los turbios servicios prestados por el siniestro trío calavera, ante la imposibilidad de colocar a Garzón porque había sido expulsado de la carrera judicial condenado por prevaricación, nombrara a Delgado primero Ministra de Justicia y luego Fiscal General, mientras De Prada espera su turno para acceder al Supremo o al Constitucional con la nueva mayoría progresista que se está cocinando.

Actualmente nos encontramos que dos ex Presidentes de Andalucía y también del PSOE nacional, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, en unión de un buen número de Consejeros de sus Gobiernos, han sido condenados -primero por la Audiencia de Sevilla, ahora ratificado por el Tribunal Supremo- por idear y financiar una trama corrupta de 680 millones de euros de dinero público cuyo objetivo era alimentar una enorme red clientelar que mantuviese durante décadas al PSOE en el poder de la Junta de Andalucía.

Aunque los importes económicos de la trama “Gürtel” y del caso de los “ERE” son manifiestamente incomparables, sigo considerando como siempre que la corrupción no es patrimonio de un partido o de una ideología, sino que constituye algo inherente a la condición humana. Y también que cuanto más poder acapara alguien más corrupción potencial existe, cumpliéndose a rajatabla la máxima que establecía la frase de Lord Acton: “todo poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Nada más que eso es lo que ha sucedido durante 40 años de dominio ininterrumpido del PSOE en Andalucía.

Pero hoy no pretendo ahondar en el ya trillado debate sobre la corrupción política, sino comentar las curiosas reacciones de algunos personajes y de una parte de la opinión pública ante las condenas de la demoledora sentencia de los “ERE” (aún falta conocer su redacción definitiva). Ahora resulta que los anonadados españoles debemos aprender a distinguir, por la arbitraria decisión de los dirigentes del PSOE y de varios medios excelentemente subvencionados, entre “corruptos malos” y “corruptos buenos”. “Malos” son tipos como Bárcenas o Correa, que robaban para enriquecerse. Y “buenos” son héroes del pueblo como Chaves o Griñán, que no se metieron el dinero directamente en el bolsillo.

Estoy harto de escuchar, como acaba de suceder en un llamativo caso local, que cuando la pifian unos es que su ideología es corrupta, y que cuando lo hacen los otros es un “lamentable error”. Claro que Chaves y Griñán se han beneficiado del dinero trincado. Con 680 millones de euros públicos financiaron un potente chiringuito para comprar voluntades que dopó ilegalmente todas sus campañas electorales, consiguiendo gobernar cuatro décadas disfrutando sueldos y prebendas. Por eso su delito es malversación, y no robo. Y por eso, ambos son tan delincuentes como los demás. Aunque Zapatero estuviera “orgulloso” o Sánchez les indulte.

 

P.D.: Los ciudadanos andaluces no podrán recuperar ni un euro del dinero malversado porque Susana Díaz, en sus tiempos de Presidenta, dio instrucciones a los Letrados de la Junta de Andalucía para que retiraran del pleito cualquier reclamación de responsabilidad civil.

PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN MALLORCADIARIO.COM EL 01 DE AGOSTO DE 2022.

Por Álvaro Delgado Truyols